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LA TOMA DEL MAMBO

La esencia de la utopía radica en su crítica al presente
Ernest Bloch a Theodor Adorno

La Toma del Mambo pretendió ser una acción efectiva para mostrar al museo como un lugar vigoroso que dialoga con los artistas y mantiene un espíritu abierto a las manifestaciones colectivas, cuyas prácticas se desarrollan por fuera del límite institucional del arte.

Resulta curioso que el Museo haya desplegado su estrategia publicitaria de “SE ARRIENDA”, días previos a la toma coreografiada del Mambo por parte de colectivos de la ciudad inmersos en prácticas sociales bastante respetables. Unidas las dos acciones, se podría pensar desde afuera que el Museo es una entidad potente, progresista y dispuesta a luchar por mantener su espacio dentro del circuito cultural de la ciudad, trabajando de manera muy cercana con los grupos artísticos que reciben poca atención del mainstream local.

Sin embargo, la suma de las dos no oculta el cadáver escondido en el Museo.

Las organizaciones encargadas de dirigir la Toma fueron el colectivo Aurelio y Más arte Más acción donde participa activamente el artista Fernando Arias. En agosto del año 2012 este artista presentó en la galería NC-Arte una exposición titulada “El país de los demás” con la coordinación curatorial de María Belén Sáez de Ibarra, donde según palabras del comunicado de prensa, lanzaban “una invitación a reflexionar sobre la amenaza de la destrucción del equilibrio social y ecológico que genera la creciente explotación minera en el país”.

Meses antes de ese 2012, la artista Nohemí Pérez había presentado “Catatumbo”, curada por José Alejandro Restrepo, donde evidenciaba críticamente la explotación minera asociada al carbón, cuestionando la economía global y la decadencia del capitalismo. En el texto del curador se leía: “sostener una concepción teleológica en el progreso capitalista se basa en la Fe (de carbonero?) en un futuro siempre promisorio y en la inconveniencia de mirar hacia atrás. ¿Por qué no mirar atrás? ¿Qué tipo de tiempo e historia son los que temen mirar atrás? ¿Por qué no frenar la locomotora y detenerse en los acontecimientos?”.

Para ese momento, la directora de la galería era Claudia Hakim, actual directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá. NC-Arte según reza su página web, es un espacio cultural y educativo de la Fundación Neme, entidad colombiana de carácter privado sin ánimo de lucro que apoya y financia proyectos educativos.

“La Toma del Mambo”. Diferentes colectivos de arte, previa selección, presentaron sus propuestas en el Mambo. Febrero de 2018.

La Fundación Neme recibe sus recursos del Grupo A (Holding empresarial derivado del grupo Chaid Neme Hermanos). Su actual propietario es el Sr. Hares Nayib Esteban Neme Arango, principal heredero del imperio que su tío Chaid y su padre Hares, crearon desde la época en que llegaron a Colombia por la década de 1930. Nayib Neme es el esposo de Claudia Hakim.

Este grupo empresarial ha estado estrechamente vinculado al sector automotriz, y debe a este sector su crecimiento, poderío y liderazgo. Una de las principales empresas del grupo ha sido Incolbest S.A. En 1956 el grupo económico Neme Hermanos introduce el uso del asbesto para partes de automóviles, con la inauguración de una planta bautizada con el nombre de Indubestos, especializada en frenos y empaques para el sector automotriz. Posteriormente en 1977, cambia su nombre a Industria Colombiana de Asbestos Ltda, Incolbestos, y en 1993 renueva su imagen corporativa bajo el rótulo de Incolbest S.A[1].

El uso del asbesto, sobra decirlo, está vinculado a enfermedades mortales como la asbestosis, el cáncer de pulmón y el mesotelioma. La naturaleza de las enfermedades causadas por el asbesto se puede dividir en dos grupos: enfermedades benignas y enfermedades malignas, y la condición de benigna se explica porque aun cuando puede ser mortal, no está asociada con cáncer.

Ahora mismo el debate ha crecido enormemente en la opinión pública, y para los próximos meses, antes de que termine la actual legislatura, los colombianos esperamos que el Congreso apruebe la ley de prohibición del asbesto en nuestro país.

El grupo A no sólo utiliza un mineral reconocido como carcinogénico por la OMS en sus dos plantas de Incolbest en Bogotá (Fontibón y Américas), sino que dentro de sus cuatro divisiones que integran a este holding empresarial, una de ellas corresponde a la minería, siendo especialistas en el mercadeo y venta de maquinaria pesada para el sector minero del país. La empresa de esta división comercial se llama CHM Minería SAS y representa los intereses de empresas como Hitachi, Hensley, Jaws, Donaldson y Cqms Razer, además de Volvo, todas ellas expertas en la fabricación de maquinaria pesada para que la locomotora minera avance en sus procesos de predación ambiental. El servicio de mantenimiento a la maquinaria pesada que opera las minas de carbón en la Guajira (Drummond), es prestado por una empresa del Grupo A.

En el año de 2014 realicé el evento ASBESTO: Arte, Ciencia y Política con el apoyo de diferentes instituciones locales e internacionales, y que fue presentado en el auditorio de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Uno de los invitados al evento fue el Dr. Arthur Frank, médico ocupacional del Hospital Monte Sinaí de NYC, con un doctorado en ciencias biomédicas de la misma universidad y experto internacional en el tema de las enfermedades relacionadas con el asbesto.

Imagen: Conrad Atkinson. Diseño: Francy Monroy – Guillermo Villamizar. 2014.

En el año 2015 tuve la oportunidad de acercarme al sindicato de Incolbest (Sintraincolbest), y conocí a sus dirigentes. En el panorama laboral, el sindicato de sintraincolbest me llamaba la atención por su posición clara frente al uso del asbesto. En diálogos sostenidos con los trabajadores, era recurrente oír problemas por trastornos pulmonares desconocidos, problemas músculo-esqueléticos y de columna y dolencias testiculares. En Colombia el asbesto está clasificado como una actividad laboral de alto riesgo y cuando les preguntaba por el programa médico que deben cumplir, mediante exámenes clínicos para monitorear la salud de sus trabajadores y así tomar acciones, al unísono me respondían: nunca nos dicen nada.

En octubre de ese mismo año, viajé a Filadelfia para encontrarme de nuevo con el Dr. Arthur Frank y esta vez le hablé del estado de salud de los trabajadores de la industria del asbesto. Mi intuición me llevaba a pensar que algo estaba pasando, pero la ruta no era nada clara. En algún momento de mi reunión con el Dr. Frank, concluimos que valdría la pena intentar la realización de unas pruebas piloto para iniciar una línea base que nos permitiera más adelante, formalizar un proyecto de investigación sobre el estado de salud de los trabajadores de la industria del asbesto.

La espirometría es una prueba de función pulmonar, pero difícilmente una herramienta diagnóstica. Mide la capacidad mecánica de los pulmones y a pesar de que se puedan presentar restricciones en los resultados, el neumólogo no podrá decir exactamente qué es lo que causa el problema. La placa de rayos X ofrece signos visuales que para el ojo entrenado, le ofrece elementos diagnósticos sobre lo que está pasando a nivel patológico con el pulmón del paciente. Otro elemento clave es conocer la historia laboral del paciente, a qué tipo de sustancias tóxicas ha estado expuesto en su vida y qué tipo de enfermedades o diagnósticos ha tenido, para descartar variables de confusión.

La Guía de Atención Integral Basada en la Evidencia para neumoconiosis (silicosis, neumoconiosis del minero de carbón y asbestosis), conocida como la gatiso-neumo, expedida por el gobierno colombiano, apunta a definir una ruta diagnóstica para las enfermedades benignas por asbesto, sin embargo la guía considera que las placas de rayos x son una herramienta de baja sensibilidad, y aconseja que sean leídas por lectores expertos en las guías para neumoconiosis de la OIT.

La opinión del Dr. Frank difiere en cuanto al tema de la baja sensibilidad, afirmando que la placa de rayos X sigue siendo una herramienta valiosa en manos del experto, y su aplicación tiene importancia en cuanto costo económico para el sistema, y los niveles de radiación para el paciente.

De esta manera, se conformó un grupo de 102 trabajadores para identificar posibles afectaciones respiratorias relacionadas con exposición al asbesto crisotilo, mediante realización de radiografía de tórax y espirometría simple, acompañado de tres cuestionarios que comprenden historia laboral, exposición a sustancias tóxicas y diagnósticos previos para neumoconiosis o cáncer.

En febrero del año siguiente, los resultados de este piloto permitirían determinar que 14 de 102 trabajadores de Incolbest S.A. son positivos por exposición al asbesto en el parénquima pulmonar, clasificados 0/1(1), 1/0(10) y 1/1(2), y algunos con placas pleurales (4), utilizando las guías de la OIT para neumoconiosis[2].

El estudio de las enfermedades relacionadas con el asbesto en Colombia, cuenta con antecedentes importantes respecto de su incidencia en la salud de los trabajadores expuestos a dicha sustancia. En un informe publicado por la ingeniera Clara Barrera, del Departamento de Salud Ocupacional del Ministerio de Salud, a medidos de la década de 1980, reportaba para la fecha que en el país se habían realizado cinco estudios de salud ocupacional en los años de 1957, 1963, 1964, 1973 y 1984, con el fin de evaluar el grado de exposición ocupacional al asbesto; todos correspondientes a una misma empresa dedicada a la fabricación de productos de asbesto-cemento, a base de crisotilo y crocidolita.[3]

De una muestra representativa de 337 trabajadores examinados en 1973, se detectaron 76 personas que tenían asbestosis y 7 con manifestaciones limítrofes denominados como sospechosos, lo que representaba una prevalencia instantánea del 23% y 2% respectivamente. Es decir, el total de casos fue de 83 trabajadores enfermos con una prevalencia total del 25%. En un grupo de 110 trabajadores que fueron estudiados en 1957 y que también fueron examinados en este estudio porque continuaban trabajando, se encontró un aumento en la tasa de asbestosis desde un 15% en el primer estudio, hasta un 52% en 1973[4].

Un argumento frecuente de la industria, es que la crocidolita es potencialmente más peligrosa que el crisotilo, y por ello su incidencia en las patologías mencionadas en los estudios. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, en la monografía 100C-11 publicada en 2012 con el respaldo de la IARC (Agencia Internacional para la investigación del cáncer) concluyó que todos los tipos de asbesto (Crisotilo, Amosita, Crocidolita, Tremolita, Actinolita y Antofilita) son carcinogénicos para los seres humanos, incluyendo al asbesto en el Grupo 1 de sustancias peligrosas.

Desafortunadamente Colombia no ha desarrollado un sistema de vigilancia epidemiológico que nos permita a la fecha, contar con datos retrospectivos que garanticen una toma de decisiones ajustada a la evidencia, lo que genera un espacio de incertidumbre que se traduce en una presunción de ausencia de enfermedad en el trabajador expuesto al asbesto. Al no existir evidencia, no hay enfermedad, sin embargo, un principio de la epidemiología afirma que la ausencia de datos sobre las enfermedades, no supone que estas no existan.

Los hallazgos del Dr. Frank se pueden discutir porque están modelizados bajo un esquema experimental, y no han estado sometidos a revisión de pares, pero constituyen la línea base para una investigación formal que profundice el impacto que sobre la salud de los trabajadores tiene, ha tenido y seguirá tendiendo el asbesto usado en Colombia por las empresas asociadas a Ascolfibras, el gremio que le hace lobby a la industria y defiende el “uso seguro” o “uso controlado” del asbesto crisotilo en Colombia, que de acuerdo a las investigaciones realizadas, se puede considerar como fraude científico.

Quiero concluir esta primera parte sobre el fraude científico al que hago relación, con un breve resumen sobre este tema, ya que la evidencia recogida sobre la manipulación que ha ejercido la industria es muy extensa. El arte, en muchos casos, es la ciencia de crear ilusiones, ya sean ópticas o conceptuales, lo que configura una ausencia de compromiso en la descripción de los hechos al contrastarlos con la realidad. Esto introduce un nivel de experimentación que es muy importante, porque permite tomar elementos de aquí y allá de forma interdisciplinaria, elaborando modelos muy significativos para el siglo XXI frente a problema complejos –dice Carol Becker; especialmente cuando hablamos de la subjetividad del sujeto en su dimensión privada. Otra cosa ocurre cuando el artista aborda problemas tomados de la esfera pública, por ejemplo, el impacto en salud púbica, ocupacional y ambiental que tiene la minería, o la colonización de lo público por parte del interés privado, en casos donde la porosidad de la frontera ha significado que la cerca crezca para el lado del interés privado, como reflejo fiel del triunfo que han significado las políticas neoliberales del capitalismo radical de los últimos años. Aquí el aporte que ofrece la Crítica Institucional es clave porque en la interrelación de hechos entre las demandas que hacen los artistas por un mejor medio ambiente, y las relaciones que establece el capital económico como engrasante de la piñonería que articula al sistema artístico, permite develar las contradicciones del régimen sensible, y cómo muchos artistas beneficiarios de ese sistema a partir de sus señalamientos “críticos” no intentan resolver las contradicciones que el mismo engendra, sino que establecen un modelo de complicidad con el sistema que critican,  y con esto me refiero al contraste entre investigación (desde el campo del arte) y hechos que operan la realidad objetiva, sin que los datos que esto arroja sean tenidos en cuenta por parte del artista investigador, ni se midan las transversalidades que operan dentro y fuera del sistema artístico. Respecto de los museos, la construcción de lo público desde la dimensión de la cultura y el arte ha quedado en manos de una sensibilidad privada que refleja el gusto y el sentido que ellas mismas tienen del arte y la cultura, reflejando y elaborando simbólicamente la ideología que defienden, acompasado todo esto con artistas que trabajan en función de ese modelo. Todo lo demás que opera por fuera de ese modelo, se convierte en materia oscura.

Para el caso del señalamiento que hago sobre el asbesto amparado en una doctrina que legitimó su empleo bajo la teoría del “uso seguro” o “uso controlado”, un aspecto muy importante, al momento de comparar la información sobre los riesgos que para la salud entraña el uso de este mineral, es que el interesado se ve enfrentado a un enorme cúmulo de información contradictoria. La información de la que hablamos es una información que podemos rotular como información científica, sin embargo, el investigador se ve abocado a entender, que en algunos casos, la información trasciende el ámbito de la ciencia y la salud, para incorporar capas de intereses que tienen que ver con la dimensión política, ética y económica; de tal manera que en algunos casos, aquellos organismos encargados de tomar decisiones en materia de salud pública, ambiental y ocupacional, se enfrentan a difíciles decisiones que trascienden el ámbito de sus conocimientos que le son propios a su disciplina.

A lo largo del siglo XX, la industria del asbesto enfrentó tres grandes crisis. La primera fue en la década de 1930 con el descubrimiento de la asbestosis (Fibrosis intersticial difusa de los pulmones, a menudo asociada con placas pleurales), cáncer de pulmón asociado al asbesto en la década de 1940 y la tercera y más profunda crisis fue en la década de 1960, al establecerse el vínculo del asbesto con el mesotelioma (cáncer de la pleura, del peritoneo, del pericardio y la túnica vaginal, que son membranas delgadas que recubren órganos como el pulmón, el estómago, el corazón y los testículos).

Una de las lecciones importantes que la industria aprendió durante la primera crisis fue como usar las asociaciones profesionales. Aprendieron como controlar la información y como suprimir la evidencia de la enfermedad; aprendieron como reconfigurar un problema sobre condiciones laborales en un desafío científico que pudiera ser mediado por expertos pagados por la industria. La industria aprendió como transformar la duda sistemática o duda metódica que es característica de la buena ciencia en un arma política. Aprendieron como corromper a los médicos y como usar las asociaciones profesionales para disipar los temores públicos. Y aprendieron a arrinconar – legal y laboralmente – a aquellos trabajadores que empezaban a saber más de la cuenta. Todas estas lecciones probaron serles de valiosa ayuda en la crisis persistente de las enfermedades relacionadas con el asbesto.[5]

 

Guillermo Villamizar

Bogotá, D.C. Febrero de 2018  

[1] Consultado en internet febrero 15 de 2018:

http://www.incolbest.com/fileadmin/Incolbest/Documentos/Revista_Frenero_49.pdf

[2] En 1867, F. A. Zenker acuñó el término «neumoconiosis», que proviene del griego y significa «enfermedad por polvo en el pulmón».

[3] Consultado en internet febrero 13 de 2018: http://www.bvsde.paho.org/bvsacd/eco/000847/0847-05.3.pdf

[4] Ibíd.  

[5] McCulloch, Jock. Tweedale, Geoffrey. Defending the indefensible: the global asbestos industry and its fight for survival. Oxford University Press. 2008, p. 83.