PREFACIO DE BILL RAVANESI PARA EL CATÁLOGO «BREATH TAKEN: The landscape and biography of Asbestos»
En el otoño de 1980, me informaron que mi padre tenía mesotelioma maligno. En esa época, ni mi padre ni yo habíamos oído alguna vez de esta enfermedad. Pronto sabríamos que a mi padre le quedaban tan solo unos meses de vida, y que este cáncer fatal había sido provocado por su exposición en el pasado al asbesto, como trabajador de un astillero en Boston durante la segunda guerra mundial.
Antes de su enfermedad, mi padre medía 183 centímetros y pesaba 110 kilos. Dos meses antes de su muerte, su peso era inferior a 80 kilos, mientras soportaba terribles dolores que sólo eran aliviados mediante morfina que se le inyectaba vía intravenosa. Mi familia miraba, aturdidos todos, mientras él se debilitaba poco a poco. Finalmente, el 9 de enero de 1981, sucumbió al tumor que como cemento, había invadido la pleura de su cavidad toráxica.
Unos años más tarde, me encontré con el libro «Americanos desechables» (Expendable Americans), escrito por Paul Brodeur. Este libro me reveló la historia de cómo miles y miles de hombres y mujeres estadounidenses, morían cada año de una enfermedad que se podía prevenir, causada por la exposición al asbesto. Mi propia historia a partir del encuentro trágico con el asbesto, junto con las informaciones que me proveyó el libro de Brodeur, me llevaron a que el asbesto se convirtiera en el sujeto de mi siguiente proyecto. Breath taken: the landscape and biography of asbestos, el cual arranqué a investigar en enero de 1984, me llevó por bibliotecas y librerías, y luego entonces por cientos de víctimas y sus familiares. Igualmente visité los principales sitios de la industria en Canadá y EE.UU., muchos de los astilleros que aún quedaban y empecé a hablar con profesionales de la ciencia, de la medicina y del derecho. Hice todo esto en un esfuerzo por utilizar mi arte para documentar este desastre humano que es posible de ser prevenido, y de pronto, hacer las pases con la furia de mi indignación.
Durante las primeras fases del proyecto Asbesto, mientras me concentraba en el trabajo de las historias orales, se hizo claro para mí que el dispositivo visual de mis preocupaciones, era bastante diferente de las nociones que había preconcebido. Por supuesto, las imágenes del sufrimiento de mi padre aún estaban frescas en mi mente. Esperaba que las víctimas que me encontraría tuvieran un destino similar. Aunque la mayoría de las víctimas tenían cicatrización pulmonar, y muchos de ellos se encontraban en diferentes etapas de los distintos tipos de cáncer provocados por el asbesto, muchos de ellos lucían un aspecto externo saludable. ¿Cómo se puede fotografiar una víctima, que la mayor parte del tiempo luce saludable, pero que se va apagando de adentro hacia afuera?
En el proceso de lidiar con esta realidad, empecé a sentirme frustrado. Cerca de finalizar el primer año del proyecto, decidí seleccionar a un pequeño grupo de víctimas para fotografiarlas y refotografiarlas por un largo periodo de tiempo, creando secuencias en donde involucraba fotos del album familiar, uniéndolas con viejas imágenes hechas con anterioridad en sus lugares de trabajo, tomadas por fotógrafos que habían sido contratados por las compañías en las que habían laborado.
Algunas de estas secuencias se remontan a periodos de cuarenta años y documentan de esta manera, la progresión de la enfermedad. En otros casos, se hizo necesario incluir sus voces, en donde se puede explicitar que a pesar de su aparente buena salud, estaban sufriendo. Esto me llevó -entonces- a incluir las trascripciones de las historias orales en una narrativa expositiva, y a producir una video-instalación en la que sus testimonios pudieran ser escuchados.
En medio de las controversias sobre la responsabilidad de las exposiciones pasadas y la prevención de futuros casos, las víctimas de enfermedades relacionadas con el asbesto estuvieron y siguen estando perdidas de nuestro foco de preocupaciones, al grado que hoy las vemos normalmente como objetos antes que como sujetos, simples estadísticas para recordar, casos para diagnosticar o meras querellas para ser presentadas ante los estrados judiciales.
Nuestro conocimiento sobre el asbesto como un problema mayor de la sociedad, del derecho y de la medicina tiende -irónicamente- a ensombrecer el hecho crucial de que el asbesto es una profunda tragedia humana que muchas familias viven y continúan viviendo. Breath taken, mediante la inclusión de fotografías y viejas imágenes, narrativa, publicidad de la industria, objetos y voces le dará, espero, al espectador un paisaje para que entienda esta tragedia humana.
Hoy en día mucha gente cree que el asbesto es un problema del pasado. La EPA [Enviromental Protection Agency] ha derogado su prohibición, pero ¿qué podemos decir de los 30 millones de toneladas de fibras de asbesto que permanecen instaladas en nuestra sociedad? El asbesto está en las escuelas, en las casas, en las oficinas, y en los sitios de trabajo; en los automóviles, en más de doscientas mil millas de tuberías en asbesto para transportar agua potable. Nosotros, por lo tanto, continuamos enfrentados a importantes decisiones que tienen que ver con políticas de salud y seguridad públicas.
¿Dejaremos en soledad las políticas públicas que tienen que ver con esta amenaza a la salud, además del cuarto de millón de muertes proyectadas para los próximos 20-25 años por enfermedades de cáncer provocadas por el asbesto?
¿Será este aliento arrebatado, una lucha vana?
Bill Ravanesi
Boston, Massachusetts.