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Una crítica a la industria minera canadiense del asbesto y los estudios de la Universidad de McGill sobre el crisotilo

 

Nota introductoria

El siguiente artículo comprende uno de los análisis más claro y objetivo que se haya podido realizar, respecto de las investigaciones desarrolladas por la Universidad de McGill, con el ánimo de ofrecer evidencia «científica» sobre del uso del asbesto crisotilo y su impacto en la salud ocupacional, ambiental y pública. Canadá fue hasta el año 2012 el segundo exportador de asbesto crisotilo en el mundo, con dominio en el mercado durante las décadas de 1950, 60 y 70. Desde 2012, Canadá se retiró del mercado de este mineral (IBAS, 2015). De acuerdo con estadísticas del Servicio Geológico de los EE.UU. (USGS por sus siglas en inglés), desde 1900 hasta el año 2003, se consumieron en el mundo 180.922.485 toneladas métricas de asbesto, siendo el crisotilo o asbesto blanco el 95% de este valor, de acuerdo con Robert Virta (2006).

De tal cantidad, Canadá exportó 61.165.286 de toneladas métricas de asbesto, es decir, una tercera parte del total exportado en el mundo durante el periodo indicado. A lo largo del siglo XX, la industria del asbesto enfrentó tres grandes crisis. La primera, en la década de 1930, con el descubrimiento de la asbestosis (fibrosis intersticial difusa de los pulmones, a menudo asociada con placas pleurales); la segunda con el cáncer de pulmón asociado al asbesto en los años 40, y la tercera y más profunda fue la crisis de los años 60, cuando se estableció el vínculo del asbesto con el mesotelioma (cáncer de la pleura, del peritoneo, del pericardio y la túnica vaginal, que son membranas delgadas que recubren órganos como el pulmón, el estómago, el corazón y los testículos) (McCulloch y Tweedale, 2008).

A medida que la evidencia científica crecía, vinculando al asbesto con enfermedades mortales, la industria del asbesto fue creando organizaciones profesionales y semiprofesionales para defender las condiciones laborales en las minas y fábricas, para conducir investigaciones médicas y calmar el miedo del público respecto de esta fibra mortal.

Para la década de los 60, la evidencia que vinculaba el asbesto crisotilo con el mesotelioma estaba más que demostrada por las investigaciones de J. C. Wagner en Sudáfrica (Wagner, Sleggs y Marchand, 1960), por el estudio de Selikoff (1964) ─como ya se dijo─ y por las muertes por mesotelioma en individuos que vivían cerca de una fábrica en Londres que manipulaba asbesto crisotilo, registradas por la médica inglesa Molly Newhouse (1965). En otras palabras, el riesgo no estaba solo confinado a los individuos que trabajaran en fábricas de asbesto (McCulloch y Tweedale, 2008).

En ese momento, los países industriales y las grandes compañías del asbesto siguieron explotándolo, exportándolo y consumiéndolo como si nada pasara. El Reino Unido era el mayor consumidor de asbesto en Europa, Canadá el mayor productor, y EE.UU. el mayor consumidor de asbesto en el mundo. En estos tres países, por igual, se centraban las batallas entre la ciencia y los intereses políticos y económicos que suelen rodear este tipo de problemáticas, cuando se ponen en la misma balanza los intereses de la industria y los de la salud pública.

La Asociación de Industrias Mineras de Quebec (QAMA) era una organización totalmente controlada y financiada por la industria del asbesto y su propósito apuntaba a constituir “una institución independiente de cualquier otra organización universitaria o gubernamental; de esta manera, sus políticas podían ser determinadas por las necesidades de la industria” (ATI, 1965).

Reportes internos de QAMA del año 65 dicen que para esa fecha este organismo “buscaba una alianza con alguna universidad, como McGill (Montreal), y así obtener respaldo académico con autoridad” (ATI, 1965).

Financiados por el gigante del asbesto estadounidense Johns-Manville ─el mismo que controlaba una de las grandes minas de asbesto canadiense─ crearon una organización de fachada para buscar estrategias en el mundo de la medicina que les sirviera de apoyo y defendiera sus intereses, seriamente amenazados por la evidencia científica. De esta manera, apareció el Instituto de Salud Ocupacional y Ambiental (IOEH, por sus siglas en inglés), con sede en Montreal (Ruff, 2014).

El eje para la defensa del crisotilo fue el Dr. J. Corbett McDonald, un médico de origen inglés experto en salud ocupacional, que laboraba en el departamento de Epidemiología de la Universidad de McGill.

El profesor McDonald recibió de ese departamento un millón de dólares en transferencia hecha por el Instituto de Salud Ocupacional y Ambiental, que a su vez había recibido dos millones de dólares de la industria del asbesto, para llevar a cabo el más grande estudio con los mineros de asbesto en Canadá (Ruff, 2014; McCulloch y Tweedale, 2008). Este informe tendría amplias repercusiones al introducir un sesgo de “incertidumbre científica” en la discusión, que fue hábilmente manipulado por la industria: los mismos que habían financiado la investigación.

Una extensa cohorte de hombres nacidos entre 1891 y 1920 (más de 11.000), y que habían trabajado por al menos un mes en la industria del crisotilo en Quebec, dice el informe, fueron estudiados desde 1966. El estudio concluyó que el riesgo de cáncer de pulmón en esta industria, excepto cuando se presentaban niveles extremadamente altos de exposición, era muy bajo. Por lo tanto, que el crisotilo no era peligroso, y sostenía que la contaminación del crisotilo con la tremolita o la crocidolita eran la fuente de los problemas de salud ocupacional. El informe afirmaba en esencia que el crisotilo “era inocuo” y que incluso ofrecía protección contra el cáncer (Liddell, McDonald y McDonald, 1997, P. 13-36). Por lo tanto, los trabajadores podían ser expuestos a altos niveles de fibras de asbesto (45 f/cc) sin efectos letales para su salud. Para ese momento en el Reino Unido el límite era de 2 f/c.c. Hoy en día es de 0.1 f/c.c. (OSHA, 2009).

Los datos con los que McDonald elaboró sus conclusiones nunca han estado disponibles al público, y ningún científico independiente los ha avalado. Cada cuerpo científico con algún nivel de respetabilidad los ha rechazado (Ruff, 2014).

El Dr. David Egilman, médico y profesor de la escuela de medicina Alpert de la Universidad de Brown en el estado de Massachusetts, quien ha seguido con interés las relaciones de la Universidad de McGill con las investigaciones sobre asbesto, después de un análisis riguroso de las evidencias que soportaron las investigaciones de McDonald, concluye que estos estudios “fueron promovidos para estimular el mercado y las ventas de la industria del asbesto, y han tenido un efecto sustancial en alegatos judiciales cuando de salud ocupacional se trata. Hasta el año 2012, la industria del asbesto, con el apoyo del gobierno canadiense, promovió el uso del asbesto en los países en vías de desarrollo” (Ruff, 2008).

David Egilman, M.D., MPH. Médico de medicina interna y epidemiólogo, así como de medicina preventiva y ocupacional. Es profesor clínico asociado en la Universidad de Brown y editor en jefe de la Revista Internacional de Salud Ocupacional y Ambiental. Su experiencia está en la exposición a elementos tóxicos y sus efectos nocivos en la salud pública. Tiene una amplia gama de intereses en este campo, que van desde la mala conducta en la investigación y la comercialización de productos farmacéuticos tóxicos, implantes de silicona, exposición a la radiación y exposición al asbesto, hasta la asistencia sanitaria en los países en desarrollo.

El trabajo del Dr. Egilman como testigo experto ha descubierto muchos tipos diferentes de malversaciones corporativas y gubernamentales. Es un activista de protección al consumidor que ha luchado vigorosamente por la publicación de documentos confidenciales de una compañía, descubiertos durante un litigio. Por ejemplo, buscó revelar documentos relacionados con el grave daño producido por el analgésico de Merck, Vioxx, y el fármaco neuroléptico de Eli Lilly, Zyprexa; cuyos riesgos estaban ocultos al público. El Dr. Egilman desafió a los jueces que presiden estos juicios, cuyas decisiones contra la divulgación pública de esos documentos protegían las malversaciones corporativas. En el caso de Zyprexa, el Dr. Egilman actuó de acuerdo con su juramento médico, pero violó una orden judicial de protección y filtró los documentos al New York Times; acción que tomó a un gran costo personal.

El Dr. Egilman ha testificado ante el Subcomité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes, el Comité Asesor del Presidente sobre Experimentos de Radiación Humana y múltiples comités asesores de la FDA. El Dr. Egilman dio testimonio por escrito al Subcomité de Antimonopolio, Política de Competencia y Derechos del Consumidor del Senado. Ha dado muchas charlas en reuniones de la Asociación Estadounidense de Salud Pública y ha hablado internacionalmente sobre la mejora de la salud laboral en todo el mundo.

Es Presidente de la Junta de Entrenamiento y Servicio de Salud Global a través de la Educación; y es miembro de numerosas sociedades centradas en Límites de Exposición a Sustancias Tóxicas Basados en la Salud. Ha realizado numerosas publicaciones y presentaciones.

ATI, Asbestos Textile Institute. (1965). General Meeting. Hotel Le Provence, Thetford Mines.

IBAS. (2015). Current Asbestos Bans and Restrictions, Compiled by Laurie Kazan-Allen. International Ban Asbestos Secretariat. Recuperado de http://www.ibasecretariat.org/alpha_ban_list.php

Liddell, F., McDonald, AD, McDonald JC. (1997). The 1891-1920 birth cohort of Quebec chrysotile miners and millers: development from 1904 and mortality to 1992. Department of Epidemiology and Biostatistics, McGill University Montreal, Canada. The Annals of Occupational Hygiene, Volume 41, Issue 1, January 1997, Pages 13-36.

McCulloch, J. & Tweedale, Geoffrey. (2008). Defending The Indefensible: The Global Asbestos Industry and Its Fight for Survival. New York. Oxford University Press.

OSHA. (2009). Directive 2009/148/EC, 2009. Recuperado de https://osha.europa.eu/es/legislation/directives/2009-148-ec-exposure-to-asbestos-at-work

Ruff, K. (2014). Asbestos: a continuing failure of ethics by McGill University. In International Journal of Occupational and Environmental Health.

Virta, R.L. (2006). Worldwide asbestos supply and consumption trends from 1900 through 2003: U.S. Geological Survey Circular 1298, 80 p., available only online. https://pubs.usgs.gov/circ/2006/1298/c1298.pdf

Wagner, J.C., Sleggs C.A. & Marchand P. (1960). Diffuse pleural mesotheliomas and asbestos exposure in the North-Western Cape province. BJIM 17.

 

REVELANDO LOS “MITOS” DEL TMC, “TODO MENOS EL CRISOTILO”:  UNA CRÍTICA A LA INDUSTRIA MINERA CANADIENSE DEL ASBESTO Y LOS ESTUDIOS DE LA UNIVERSIDAD DE MCGILL SOBRE EL CRISOTILO

David Egilman, MO, MPH[1] [2]*, Corey Fehnel, AB[2], y Susanna Rankin Bohme, AM [2]

American journal of industrial medicine. 44. 540-57. 10.1002/ajim.10300. Am. J. Ind. Med. 44:540-557, 2003.

Accepted 24 July 2003

DOI10.1002/ajim.10300. Published online inWiley InterScience

(www.interscience.wiley.com)

 

Antecedentes.  A principios de la década de 1930, la industria canadiense del asbesto creó y promovió la idea de que el crisotilo es más seguro que los otros tipos de fibra de asbesto.  

Método.  Evaluamos críticamente los estudios publicados y no publicados, financiados por Quebec Asbestos Mining Association (QAMA) y realizados por investigadores de la Universidad de McGill .

Resultados.  Los investigadores financiados por QAMA construyeron varios mitos que sostenían que el crisotilo extraído de Quebec era inofensivo, y afirmaron que la contaminación de crisotilo con aceites, tremolita o crocidolita era la fuente del riesgo de salud ocupacional.  Además, los investigadores financiados por QAMA manipularon datos y utilizaron técnicas de muestreo y análisis poco sólidas para respaldar su argumento de que el crisotilo era «esencialmente inocuo».

Conclusiones.  Estos estudios se utilizaron para promover el mercadeo y las ventas de asbesto, y han tenido un efecto sustancial en los litigios sobre políticas y salud ocupacional. Las compañías manufactureras de asbesto y el gobierno canadiense continúan usándolos para promover el uso del asbesto en Europa y en los países en desarrollo.  American Journal of Industrial Medicine. 44: 540-557. 2003. © 2003 Wiley-Liss, Inc.[3]

 

PALABRAS CLAVE: asbesto; crisotilo; corrupción; crocidolita; QAMA; McGill; tremolita.

INTRODUCCIÓN

El asbesto crisotilo se extrajo por primera vez en Canadá a finales de la década de 1870.  Una feroz lucha entre la industria del asbesto en Canadá, Inglaterra y Sudáfrica y los investigadores médicos comenzó a principios de la década de 1930, y ha sido documentada en la literatura profesional y en los tribunales; y continúa hasta el presente [Hardy y Egilman, 1991; Liddell, 1997; Nicholson, 1997; Egilman et al., 1998; Egilman y Reinert, 2000].

Los primeros esfuerzos de QAMA (Quebec Asbestos Mining Association) para engañar a la comunidad médica acerca de los efectos carcinogénicos de la exposición al asbesto fueron publicados en 1958 [Braun y Truan, 1958].  Los borradores individualmente numerados de los resultados del estudio, distribuidos a los miembros de QAMA, informaban que «[el] número de muertes por cáncer de pulmón combinado con asbestosis es más grande de lo que se esperaría en cada cohorte y en las cohortes combinadas.   Esta diferencia es significativa en un 95%, utilizando la prueba de chi-cuadrado de significación.»  A petición de QAMA, los investigadores manipularon el denominador y publicaron: «Sobre la base de lo que se cree que son datos completos y confiables, parece justo concluir que los mineros de asbesto en la provincia de Quebec no tienen una tasa de mortalidad significativamente mayor de cáncer de pulmón que los segmentos comparables de la población general» (énfasis agregado) [Braun y Truan, 1958).

En 1964, Irving J. Selikoff, preocupado por la inadecuada respuesta frente a los peligros para la salud pública causados por el asbesto, organizó la conferencia de la Academia de Ciencias de Nueva York (NYAS) dedicada a comprender los efectos fisiológicos de este mineral [Selikoff, 1965).  Esta conferencia estableció firmemente la carcinogenicidad y otros riesgos para la salud derivados de la exposición al asbesto.  La información generada en la conferencia fue ampliamente difundida en la prensa, amenazando la posición de la industria en el nivel nacional y en el mercado global.

En respuesta, las compañías mineras canadienses, actuando a través de la Asociación Minera de Asbestos de Quebec (QAMA), renovaron su conexión con la Universidad de McGill [Wright, 1926; Asbestos Textile Institute, 1965; Instituto de Salud Ocupacional y Ambiental, 1966] para desarrollar una evidencia científica contraria, esperando sembrar dudas sobre la toxicidad de varios tipos de fibra de asbesto.  Pues, como resultado de la conferencia de la NYAS, la carcinogenicidad del asbesto era irrefutable.  QAMA sabía que la investigación existente revelaba los peligros del asbesto, y buscó hacer «contrapropaganda» al trabajo de Selikoff y otros [QAMA, 1967].  Sus miembros adoptaron como modelo a la industria del tabaco para su propia investigación, señalando que esa industria «lanzó su propio programa y ahora sabe dónde se encuentra» [QAMA, 1965].  En consecuencia, QAMA desarrolló los argumentos del “Todo menos el Crisotilo” (TMC) con la esperanza de mantener o ampliar la cuota de mercado para su tipo de asbesto, y evitar la responsabilidad.  El argumento del TMC implica a varias sustancias, distintas del crisotilo canadiense, como la causa de la toxicidad del asbesto.

QAMA ha proporcionado fondos durante las últimas tres décadas a una unidad de investigación en la Universidad de McGill, que ha promulgado varias y distintas teorías TMC (Todo menos el Crisotilo).  Más recientemente, estas teorías se han utilizado en un intento de inducir a error a una variedad de paneles internacionales sobre los riesgos reales de la exposición al asbesto crisotilo [Castleman, 2001, 2002].  Los investigadores de McGill aparecen con frecuencia, o en otras ocasiones son contratados, como analistas aparentemente objetivos [EE.UU. Agencia de Protección Ambiental, 2001; Eastern Research Group, Inc., 2003].

Más allá de promover el mercadeo y la venta de asbesto, estos estudios han tenido un tremendo efecto en los litigios desde la década de los 60 en adelante.  Los abogados de las corporaciones manufactureras de asbesto han utilizado estos estudios para afirmar que la relación causal entre la exposición al asbesto y el cáncer no era clara, era hipotética, y por lo tanto se les niega a los trabajadores lesionados y sus dependientes, la compensación por sus enfermedades [Georgia-Pacific, 2003].

Analizamos y discutimos las tres falacias que subyacen tras los argumentos de TMC.  La primera es que la contaminación con aceite orgánico y sintético, y no el crisotilo en sí mismo, es la causa del cáncer de pulmón y los tumores mesoteliales malignos primarios en mineros y otras personas que trabajan con asbesto [Commins y Gibbs, 1969; Gibbs y Hui, 1971].  La segunda es que la crocidolita, supuestamente importada de Australia y utilizada en una fábrica adyacente a una de las minas, causó un aumento del mesotelioma en los mineros [McDonald y McDonald, 1978, 1980].  Una tercera falacia presentada por la industria es que la tremolita era la única culpable, y que el actual crisotilo comercial es «inocuo» porque las prácticas mineras contemporáneas lo evitan por completo o lo eliminan durante el procesamiento [Case, 2001a).  Después de examinar el constructo «TMC» de QAMA, revisamos la metodología que los epidemiólogos y científicos financiados por QAMA utilizaron para respaldar varios reclamos de la industria.  Esta incluye ignorar los datos pertinentes de dosis-respuesta y dosis errónea, a través del uso de técnicas de muestreo inadecuadas y desactualizadas; e ignorando o malinterpretando los datos de las entrevistas a los trabajadores [McDonald et al., 1970; Gibbs y LaChance, 1972, 1974; Liddell et al., 1984].

 

LOS MITOS DE LA INDUSTRIA

Contaminación orgánica y sintética por aceites

En 1965, Harrington y Roe informaron que los contaminantes naturales, así como los compuestos orgánicos, pueden desempeñar un papel clave en la naturaleza cancerígena del asbesto [Harrington, 1965; Harrington y Roe, 1965).  Desde la perspectiva de la industria, esta era una manera ideal de oscurecer la noción de que su producto, el crisotilo, era mortal.  Si este «misterioso» contaminante pudiese ser identificado, y el crisotilo «despejado», el producto y las ganancias podrían ser salvados.  QAMA apoyó los estudios adicionales, tanto al proporcionar fondos como al comprometerse con la recolección de muestras y otros datos [Gibbs, 1969; Brodeur, 1974].

Investigando más sobre las afirmaciones de Harrington y Roe, Graham Gibbs y otros en la Universidad de McGill examinaron la teoría de los contaminantes orgánicos del crisotilo [Commins y Gibbs, 1969].  Gibbs planteó la cuestión de si los compuestos podían: actuar como carcinógenos en sí mismos; mejorar la actividad carcinogénica de otras sustancias como trazas de metales, el propio asbesto o aceites asociados; inhibir la acción de los carcinógenos presentes en la fibra; o no tener en absoluto ninguna influencia en la acción biológica [Gibbs, 1969].  A través de sus estudios, los investigadores encontraron que los contaminantes orgánicos estaban implicados en la «acción biológica» de los productos de asbesto crisotilo, sugiriendo que estos contaminantes, y no el crisotilo mismo, eran la causa del cáncer en los trabajadores [Gibbs y Hui, 1971).

Ellos determinaron que los alcanos de cadena larga encontrados en los productos de asbesto provenían de tres posibles fuentes: hidrocarburos presentes de forma natural en el cuerpo del mineral; contaminación en el proceso de extracción y molienda; y contaminación por los procesos de envío, fabricación y utilización [Gibbs y Hui, 1971].

Las bolsas de polietileno y los secadores de asbesto fueron supuestamente los principales culpables de esta contaminación por aceite [Gibbs, 1969].  Sin embargo, Gibbs reconoció la ausencia de mesoteliomas en animales expuestos a compuestos orgánicos, e hizo hincapié en la necesidad de una mayor investigación sobre el presunto vínculo entre estos compuestos y el cáncer de pulmón.  Se enfatizó la importancia de evaluar las diferencias en el contenido orgánico de los tipos de asbesto a los que estuvieron expuestos los trabajadores, pero al final no se encontró evidencia de que los contaminantes orgánicos representaran un aumento en las tasas de cáncer.  Wagner y Berry [1969] publicaron un informe demostrando que la eliminación de contaminantes orgánicos del asbesto no disminuyó, y de hecho posiblemente aumentó, la capacidad de la fibra para causar mesoteliomas en ratas.  Por lo tanto, el argumento de que los contaminantes por aceites eran la principal causa de los efectos carcinogénicos de la exposición al crisotilo ya no era plausible, y tuvo que ser rechazado en favor de otras explicaciones sobre la supuesta seguridad del crisotilo.

 

Crocidolita

Los estudios sobre la crocidolita, publicados a fines de la década de 1970 por J.C. McDonald y sus colegas, ofrecieron otra explicación para la no carcinogenicidad del crisotilo [McDonald y McDonald, 1977, 1978; McDonald, 1978].  Afirmaron que la mayoría de los casos de mesotelioma de las minas de asbestos en Quebec ocurrieron como resultado de la exposición a la crocidolita (un anfíbolo también conocido como riebeckita fibrosa), supuestamente importada de Australia para su empleo en la manufactura de máscaras antigás, en la fábrica «adyacente a» la mina Johns Manville Jeffrey durante la Segunda Guerra Mundial.  Los investigadores de McGill postularon que este uso de crocidolita en la fabricación de almohadillas para filtros, entre 1939 y 1941, supuso un aumento en las tasas de mesotelioma y cáncer de pulmón entre mineros y molineros en la mina Jeffrey, aunque ninguno de ellos había trabajado alguna vez en la fábrica [McDonald y McDonald, 1980].  Es interesante observar que no se citan entrevistas con trabajadores ni correspondencia que demuestren que la crocidolita importada se usó alguna vez para este fin en la locación minera.   El jefe de envío y recepción durante el período de tiempo relevante también desconocía el uso de la crocidolita en la fábrica (comunicación de A.R. Carr, no publicada).  Las regulaciones británicas ordenaban el uso tanto de crisotilo como de crocidolita para los filtros de las máscaras de gas de la Segunda Guerra Mundial.  Es poco probable que los miembros de QAMA involucrados en la producción de máscaras de gas importaran crocidolita de Australia, más que los submarinos y acorazados japoneses, y más que otras fábricas de filtros en Ontario que usaron crocidolita, como para llenar filtros de máscaras de gas en una fábrica adyacente a la mina de crisotilo más grande del mundo.  Además, Begin et al. [I992] informaron que las tasas de mesotelioma no eran tan elevadas como cabría esperar si se usara crocidolita en la fabricación de máscaras de gas en la mina Jeffrey en ciudad Asbesto [Begin et al., 1992].  Expresaron sus propias dudas sobre la presencia de anfíbolos en la fábrica, afirmando que los anfíbolos «pudieron» haber sido utilizados allí y señalaron que no hubo casos de mesotelioma en otros departamentos cercanos, como el de control de calidad.  Begin et al. [1992] y Dufresne et al. [1995] revisaron los historiales laborales de forma detallada de los veinte trabajadores que contrajeron mesotelioma y confirmaron que ninguno de ellos había trabajado durante la Segunda Guerra Mundial en la preparación de materiales para la fabricación de máscaras antigás, como había señalado McDonald, ni ninguno de ellos había estado expuesto a crocidolita en la fábrica o el molino, durante el período de 2 años.

En octubre de 2000, durante una presentación ante un grupo de abogados defensores del asbesto, Bruce Case informó que la fábrica estaba ubicada «inmediatamente al lado» de la mina y el molino.  Dijo que «no solo algunos de los hombres habían trabajado allí, sino que la mayoría tiene [sic] que atravesar el edificio pues contiene áreas comunes» [Case, 2000].  Sin embargo, en una deposición un año más tarde, el Dr. Case declaró que no sabía dónde estaba ubicada la fábrica de Jeffrey [Case, 2001a].  De 1928 a 1972, la fábrica de Jeffrey se encontraba en una mina a cielo abierto, a una milla entre la entrada de la mina y el molino [Oficina de Turismo, 2002].  Es poco creíble que los mineros alguna vez pasaran por la antigua fábrica como parte de su rutina diaria; esto incluiría un descenso de una milla, y un camino de 2 a 3 millas.  Según F. Spertini, el geólogo de la mina, no había áreas comunes, y dos caminos separados conducían desde la ciudad hasta la fábrica y las entradas a la mina (F. Spertini, comunicación inédita).

Independientemente de su origen, los científicos de QAMA-McGill encontraron crocidolita en los pulmones del 71% de los mineros del asbesto [Case, 1998].  Inicialmente, este hallazgo solo se reportó para los mineros de la mina de Jeffrey, pero más tarde los investigadores encontraron concentraciones más bajas de crocidolita en el 13% de los mineros de Thetford [Nayebzadeh et al., 2001].  Nayebzadeh y sus colegas reafirmaron que la crocidolita hallada en los pulmones de los mineros de asbesto, provenía de la exposición a la crocidolita importada que se utilizaba en la fabricación de máscaras de gas.  Sin embargo, pasaron por alto el hecho de que, si la crocidolita se usó, fue solo durante los años 1939 a 1941, y que, en su estudio, cerca de la mitad de los trabajadores comenzaron a trabajar después de 1941.  Tampoco ofrecieron ninguna explicación sobre la crocidolita encontrada en los pulmones de los mineros de Thetford.  La fuente más probable de esta crocidolita era el mineral de la mina local, y no las fibras importadas.  Dos estudios geológicos encontraron que las minas de ambas áreas contenían la riebeckita fibrosa azul, también conocida como crocidolita [De, 1961; Hebert, 1980].

¿Cómo omitieron los investigadores de McGill esta información sobre la contaminación causada por la crocidolita al mineral?  En 1961, QAMA recibió la tesis doctoral de De, que mostraba la existencia de crocidolita en las minas de Quebec.  El equipo de investigación de McGill citó esa tesis en 1972 [Gibbs y LaChance, 1972].  Sin embargo, aunque señalaron que De encontró actinolita en las minas canadienses, omitieron cualquier mención de las doce páginas de su discusión sobre la contaminación por crocidolita del cuerpo mineral de la mina.  Más de dos décadas después, en 1995, Dufresne y otros extrajeron y publicaron considerable información de la tesis de De (ver Apéndice, Nota 1).  Sin embargo, no mencionaron que De no solo había escrito extensamente sobre la ubicación, sino que también había realizado un análisis mineralógico y químico de la crocidolita que él encontró en los depósitos de asbesto de los municipios orientales.  Es difícil creer que esta omisión haya ocurrido por error, en especial porque el estudio de De fue citado en 1972, 1986 y 2001 en documentos que abordaban el tema de la crocidolita hallada en los pulmones de los mineros [Gibbs, 1972; Dufresne y otros, 1995; Nayebzadeh et al., 2001].  Además, en 2001, algunos de los mismos autores que habían citado la tesis de De, 6 años antes, en realidad hacen una afirmación completamente contradictoria: «Jones y otros confirmaron que la amosita y la crocidolita no están presentes en las rocas extraídas en la región del asbesto» [Nayebzadeh et al., 2001; Williams-Jones et al., 200I].  Además, uno de los coautores de ambos documentos conocía la presencia de crocidolita en la región de Asbesto[4] [Hebert, 1980; C. Normand, comunicación inédita].

Si los investigadores financiados por QAMA hubiesen informado sobre la presencia de crocidolita en el mineral, se habrían echado a perder todos los esfuerzos para demostrar que el asbesto canadiense era «inocuo».  Aunque la contaminación por crocidolita podría haber sido un chivo expiatorio útil para ocultar la carcinogenicidad del asbesto crisotilo, y respaldar el argumento científico de que el crisotilo no causaba mesotelioma, no habría servido para la necesidad de QAMA de demostrar que el asbesto que vendían era seguro.  La crocidolita no podía ser eliminada del mineral ni del producto final, y este hecho habría socavado completamente el argumento de que el asbesto canadiense era «inocuo».

    

  Contaminación por Tremolita

Más recientemente, los investigadores financiados por QAMA han cambiado la carga del aumento del riesgo de mesotelioma atribuyéndolo a la contaminación del mineral con tremolita.  En este caso, argumentan que la contaminación del crisotilo con tremolita -y no la exposición al crisotilo per se– es la causa de los cánceres relacionados con el asbesto en mineros y molineros.  En 1985, Peto y Doll revisaron este argumento y lo consideraron de interés académico solo porque se descubrió que la tremolita contaminaba las fibras comerciales de crisotilo, que se podían encontrar en el producto final [Doll y Peto, 1995].  En respuesta, QAMA necesitaba dar la impresión de que el crisotilo sin tremolita podía extraerse y venderse con seguridad.

 

Conflicto central-periférico

El argumento de «concentración alta-baja y ubicación central-periférica de la mina» fue propuesto por primera vez por J. Corbett McDonald y Allison McDonald en 1995 en una Carta al Editor de Science.   Ellos propusieron que era la exposición a la tremolita, y no al crisotilo, la causa probable de los casos de mesotelioma presentes en mineros y molineros que trabajaban en las minas de Thetford en Quebec (McDonald y McDonald, 1995).  Este fue el primero de una serie de artículos en que los McDonalds y otros investigadores financiados por QAMA expusieron el argumento de que en Thetford había minas centrales (alta tremolita) y minas periféricas (baja tremolita) (ver Nota 2).  Posteriormente ellos presentaron datos que muestran que todos, menos uno, de los casos de mesotelioma, ocurrieron a mineros que habían trabajado en minas «centrales» (alta tremolita) [Liddell et al., 1997, 1998; McDonald y McDonald, 1997; McDonald el al., 1997, 1999; McDonald, 1998a, Vacek, 1998; Nayebzadeh et al., 2001].

McDonald y McDonald [1995] citaron un artículo de 1989, de Sebastien y sus colegas, como la fuente de datos que indican una gran disparidad en los niveles de contaminación por tremolita entre minas centrales y periféricas en Thetford.  Sin embargo, el estudio de Sebastien no incluyó, categorizó ni evaluó la relación entre los niveles de tremolita en el pulmón y la ubicación de la mina [Sebastien et al., 1989].  El Dr. Sebastien ha confirmado que su informe no examinó este tema, y ​​que no conocía ningún otro estudio, publicado o inédito, que registrara las mediciones de fibra pulmonar por ubicación de la mina (P. Sebastien, comunicación no publicada).  McDonald y McDonald no especificaron la ubicación exacta ni los nombres de las minas de las áreas A y B, en ningún estudio publicado o no publicado.  Los autores no proporcionaron datos comparativos sobre la edad, los años de trabajo, la fecha de la primera exposición, el oficio, la enfermedad subyacente o el tiempo de trabajo empleado en otras minas [McDonald y McDonald, 1995].  Cualquiera de estas variables podría explicar los datos comparativos, y en su publicación de 1997, los McDonalds señalaron que la mayoría de las minas periféricas «habían comenzado tan recientemente que había periodos de latencia inadecuados» para que el mesotelioma se desarrollara en trabajadores de minas «periféricas» [McDonald y McDonald, 1997].  Como el crisotilo se elimina del pulmón con el tiempo, este hecho por sí solo podría explicar las mayores proporciones de tremolita/crisotilo en los trabajadores de minas «periféricas» [McDonald, 1994].

Si los hallazgos no son confundidos por ninguno de estos factores, entonces la precisión de las estimaciones de dosis usadas en toda la serie de estudios epidemiológicos publicados sobre los mineros canadienses debe ser cuestionada.  El estudio de Sebastien y sus colegas utilizó las relaciones comparativas de crisotilo/tremolita entre trabajadores de la mina y trabajadores de los textiles para justificar sus estimaciones de dosis [Sebastien et al., 1989].  Si las proporciones de crisotilo/tremolita de la mina usadas para esta comparación provinieron de dos categorías diferentes de exposición de los mineros, entonces el análisis es fatalmente defectuoso.

En 1997, los McDonalds publicaron una explicación detallada de la «hipótesis de la tremolita», afirmando que habían «vuelto a analizar» los datos encontrados en Sebastien et al. [1989].  Sin embargo, no presentaron ningún dato o análisis de los niveles de tremolita en el pulmón [McDonald y McDonald, 1997].  Los autores presentaron las tasas de mesotelioma en términos de ubicaciones «centrales y periféricas», pero de nuevo no proporcionaron información específica sobre las ubicaciones exactas de las minas [McDonald y McDonald, 1997].  Gibbs categorizó, a lo sumo, nueve minas en Thetford Mines, y no las clasificó como centrales y periféricas, pero McDonald y sus colegas se refieren a 15, e incluso a 21 minas en otros artículos [Gibbs, 1979; McDonald y McDonald. 1997; Nayebzadeh et al., 2001].  De los diez estudios que basan sus conclusiones en la distinción entre lo central y lo periférico, la carta de 1995 a Science es la única publicación que brinda alguna base para esta proposición [McDonald y McDonald. 1995].  Otros cuatro documentos, todos ellos coescritos por los McDonalds, erróneamente citaron a Sebastien et al., [1989], y no la carta de Science, como la fuente de los datos sobre diferentes niveles de tremolita, mientras que otros cinco documentos no proporcionaron ninguna base para esta conclusión [McDonald y McDonald, 1995, 1997; Liddell et al., 1997, 1998; McDonald et al. 1997, 1999; McDonald, 1998ab; Vacele, 1998; Nayebzadeh et al., 2001].

La afirmación de que las minas de Thetford tienen diferentes niveles de contaminación con tremolita entra en conflicto con otros datos publicados sobre este tema.  McDonald et al. [1997] citaron a Sebastien et al. [1989] y a Gibbs [1979] como apoyo para la teoría sobre centro-periferia.  Sin embargo, Gibbs, un colega de McGill, publicó información contraria y confusa sobre esta diferencia entre las minas [Gibbs, 1979].  Gibbs concluyó que las diferencias en la concentración de tremolita, si es que existieron, no podrían explicar las diferentes tasas de enfermedad [Gibbs, 1972, 1979].  También señaló que las minas eran todas parte del «mismo cuerpo mineral» y que no había evidencia geológica que mostrara alguna diferencia entre las minas de Thetford [Gibbs, 1979].

En busca de los datos faltantes, contactamos a J.C. McDonald y Janet Hughes (coautores de un estudio posterior a 1995).  La Dra. Hughes no sabía qué minas eran centrales y cuáles periféricas (J.M. Hughes, comunicación no publicada), y McDonald aún no ha respondido a nuestras preguntas.  Case, coautor de otro trabajo con los McDonalds basado en la distinción alta y baja de tremolita en las minas, también afirmó que no sabía qué minas eran centrales y cuáles periféricas [Case, 2001b].

Ojalá solo sea la cita lo que necesita ser rectificado.  Sin embargo, esta cita incorrecta, que fue pasada por alto por los revisores de diez artículos separados en cinco revistas diferentes, es una prueba más de las deficiencias y la importancia del proceso de revisión por pares [Egilman y Reinert, 2000].  La perpetuación de este error moldeó el manto de la ciencia manipulada, inspirada en la hipótesis de la tremolita.  En 1997, McDonald y sus colegas sostuvieron que, con base en las bajas tasas de enfermedad en las minas periféricas, «la explicación [de la alta tasa de mesotelioma] es mineralógica» [McDonald et al., 1997].  Liddell insinuaba que la comunidad médica había «generalmente aceptado» esta distinción de máximos y mínimos cuando afirmaba, sin citar, que “… la contaminación del crisotilo por la tremolita fibrosa era conocida por ser mucho mayor en el área central que en la zona periférica,” llegando a la conclusión de que “… ahora está claro para todos los propósitos prácticos que [el exceso de incidencia de mesotelioma] se limitó al área central (énfasis añadido)» [Liddell et al., 1998].  Más recientemente, los investigadores canadienses han usado esta evidencia ante la Organización Mundial del Comercio y en las demandas por daños civiles en los EE. UU., para respaldar la proposición de que el crisotilo no es una causa del mesotelioma [Organización Mundial del Comercio, 2000].  La literatura médica basada en la distinción centro-periferia de la tremolita se sigue utilizando como argumento para promover la venta del crisotilo canadiense en el mundo en desarrollo [Browne, 2000].

 

El argumento “libre de tremolita”

La segunda teoría planteada por los investigadores de McGill financiados por QAMA es que hay pequeñas cantidades de trazas de tremolita en el asbesto extraído hoy porque este se evita durante la extracción o se elimina durante el proceso de molienda.  Kevin Browne presentó estos argumentos en el Seminario Internacional sobre el Uso Seguro del Asbesto Crisotilo, en La Habana, Cuba; la transcripción lleva el logo del Asbestos Institute y está disponible en http://www.chrysotile.com/en/hltsfty/browne.htm (ver Nota 3).  Él afirma que todos los casos de mesotelioma relacionados con minas canadienses tenían que ver con la contaminación por tremolita.  Sin embargo, en 2001, cuando uno de los autores (DE) preguntó, Browne no sabía si Black Lake, la única mina que operaba en ese momento, era una mina central o periférica.  Después de «verificar» unos días después, informó que era una mina periférica de Thetford y que, por lo tanto, tenía una baja contaminación con tremolita (K. Browne, comunicación inédita).  La mina Black Lake ni siquiera está en Thetford; está a 6 millas de distancia en la ciudad de Black Lake.

Los investigadores de McGill utilizan cuatro elementos de evidencia que apoyan el «Argumento Libre-de-Tremolita» para respaldar la producción canadiense de crisotilo.  Una descripción del proceso de minería y de la ruta de viaje de la tremolita hasta convertirse en el producto final resaltará cada argumento utilizado por los investigadores, y demostrará las fallas inherentes de cada uno.  En verdad, los procesos de extracción y molienda realmente agregan tremolita al crisotilo.  El proceso es descrito por Spertini (ver Nota 4).

Si bien es claro que, a partir de este proceso, la mayor parte de la tremolita se empaqueta con fibras cortas, la industria canadiense del asbesto ha presentado varios argumentos en un intento por demostrar que el producto de crisotilo actual está libre-de-tremolita.  Por ejemplo, los defensores de la industria señalan que Frank y sus colegas no pudieron encontrar tremolita en ninguna muestra-UICC de crisotilo, que se preparó a fines de la década de 1960 [Frank et al., 1998].  Sin embargo, en ese momento, era indiscutible que el producto de crisotilo contenía tremolita, tanto la que se ha encontrado en las minas como en los pulmones de los mineros y trabajadores textiles que utilizaban crisotilo canadiense [Dufresne et aI., 1995].  La explicación más probable para las muestras-libres-de-tremolita de Frank es que las muestras fueron tomadas del mineral crudo 1 y 2.  Históricamente, el crisotilo de grado más alto, el crudo 1 y 2, no pasó por el proceso de molienda habitual.  Los mineros recogieron a mano este producto de vetas de crisotilo puro y no fue molido en la mina (F. Spertini, comunicación no publicada).

Otro mito es que la tremolita se elimina del crisotilo en el «procesamiento».  Bruce Case ha afirmado que este proceso tiene lugar en la última y más grande mina en operación de Canadá, Black Lake [Case, 2001a].  De hecho, el propio Case admitió que «no sabe cómo funciona el proceso de molienda», o, en efecto, la base para afirmar que la tremolita puede de alguna manera estar separada de las fibras de crisotilo:

No sé por qué los pulmones de los mineros, por ejemplo, contenían tanta tremolita mientras que los pulmones de los usuarios del producto final contenían mucho menos tremolita.  Algo sucede en el procesamiento para eliminar la tremolita.  Podemos hablar sobre la filtración de agua, podemos hablar sobre el cribado, podemos hablar sobre el fresado, pero el mecanismo exacto por el que sucede o se produce, no lo sé. [Case, 2001a].

Contrariamente al testimonio de Case, nosotros no podemos «hablar sobre» la filtración de agua en Black Lake.  Esto se debe a que la mina se encuentra en el fondo de un lago sin agua.  Les tomó 4 años para drenar el lago y en el momento eso fue visto como una maravilla de la ingeniería.  Tampoco hay agua en el proceso de molienda.  Nadie que haya visitado o revisado alguna vez la mina o el proceso de molienda en Black Lake cometería este error.  El testimonio de Case deja claro que ni QAMA ni sus investigadores tenían pruebas o conocimientos suficientes para afirmar que la tremolita podía eliminarse del supuesto menos-peligroso crisotilo.

Los investigadores de McGill continúan insistiendo en la literatura que no hay tremolita en el crisotilo de hoy.  Por ejemplo, Williams-Jones y sus colegas afirman que «el crisotilo libre de anfíbolos puede extraerse de la mina Jeffrey y otras minas de crisotilo, siempre que se tomen las medidas adecuadas para evitar la contaminación de los minerales» [Williams-Jones et al., 2001].  Si bien esto puede ser cierto, cualquier inferencia de que la producción actual o pasada haya utilizado estas «medidas apropiadas» es incorrecta y engañosa.  A pesar de los resultados de este estudio, el pozo más nuevo en la mina Jeffrey está ubicado en una de las partes de la mina más contaminadas con tremolita (C. Normand, comunicación no publicada).

Como se discutió anteriormente, la tremolita y otras fibras liberadas durante el proceso de extracción terminan en las bolsas del producto final.  Por lo tanto, es probable que los envíos actuales y pasados de la mina Jeffrey, así como los de las demás minas de Quebec, estuvieran contaminados con tremolita, crocidolita y amosita [De, 1961; Gibbs, 1972].  Esto entra en conflicto con la información distribuida al público bajo el logotipo de The Asbestos Institute [Browne, 2000].  El Instituto del Asbesto no menciona el hecho de que la crocidolita y la amosita también están presentes en el mineral de la mina, y afirma que la tremolita se elimina mediante diversos procesos de extracción y molienda [De, 1961; Browne, 2000].  Esto es simplemente falso. De hecho, otros investigadores de McGill han mostrado que una cantidad sustancial de la tremolita extraída termina en los pulmones de los trabajadores textiles [Gibbs, 1972; Sebastien et al., 1989].  Claramente, la idea de que los envíos actuales de asbesto están libres de anfíbolos es absolutamente falsa, y sigue planteando una grave amenaza para la salud de los trabajadores mineros.  Queda por verse si los operadores de la mina implementarán en el futuro las técnicas de levantamiento sugeridas por Williams-Jones y sus colegas.

 

LA FALLIDA METODOLOGÍA DE QAMA

El misterio textil: otro TMC

Los investigadores de McGill financiados por QAMA han afirmado que, incluso si la fibra extraída de Canadá produce mesotelioma y cáncer de pulmón, los estudios muestran que la dosis requerida para inducir estas enfermedades es tan alta que no existe un riesgo práctico para los trabajadores actuales.  Sin embargo, los estudios de trabajadores textiles expuestos a la misma fibra han revelado que «la pendiente de las líneas de respuesta a la exposición para el cáncer de pulmón en la industria textil era unas cincuenta veces más pronunciada que la observada en los mineros y molineros de crisotilo de Quebec …» [McDonald, 1998b].  Han denominado a esta variación el «misterio textil» y no han podido dar ningún tipo de explicación al respecto [McDonald, 1998b].  Ignorando los datos de la respuesta a la dosis textil, los investigadores de McGill se han opuesto enérgicamente a la prohibición francesa del crisotilo ante la OMC.  En el transcurso de las audiencias de la OMC, los fabricantes de productos de asbesto crisotilo han afirmado que sus productos de crisotilo no contribuyeron de ninguna manera a los mesoteliomas y cánceres de pulmón causados ​​por el asbesto a los trabajadores (B.I. Castleman, comunicación inédita).  J.C. McDonald se sentó con el equipo legal canadiense, separado de todos los otros expertos, y presentó parte del argumento de Canadá en la apelación de la decisión de la OMC sobre la prohibición francesa (B.I. Castleman, comunicación no publicada).

McDonald descartó de manera resumida una serie de posibles explicaciones para esta aparente disputa entre las respuestas de dosis de la minería y los textiles, incluidos errores de cálculo en la medición de la dosis o errores que ocurrieron cuando los investigadores canadienses convirtieron las partículas en recuentos de fibra.  Afirmó: «No hay nada que sugiera que las estimaciones de exposiciones acumulativas en las cohortes relevantes fueron gravemente erróneas, aunque no hayan sido examinadas cuestiones como exposiciones máximas y distribuciones de tamaño de fibra en el aire ambiente (énfasis añadido)» [McDonald, 1998b].  Sin embargo, los investigadores de McGill evaluaron la calidad de las estimaciones de dosis de manera muy diferente cuando las informaron por primera vez [Gibbs y LaChance, 1972, 1974].  Mientras que McDonald declaró rotundamente que los errores en la medición de las diferencias reales entre estas poblaciones no podrían explicar más que una diferencia mínima en la pendiente de la dosis-respuesta, Gibbs [1972] y Gibbs y LaChance [1972] informaron que las estimaciones de dosis por sí solas difieren en más de cien veces para el mismo trabajo, tanto dentro de la misma mina como entre las minas.  Gibbs y LaChance [1974] señalaron que «si fueran considerados los recuentos de filtros de membrana y de los midget impinger[5] por área de trabajo, estaría claro que las proporciones de las dos en algunas minas eran de un orden [de magnitud] diferente de aquellas otras en donde el mismo proceso fue empleado … (énfasis añadido) «[Gibbs and LaChance, 1974].

La conversión de conteos de partículas a fibras agravó el problema de la estimación de la dosis: «Aunque en esta investigación piloto solo se recolectaron 87 pares de muestras, fueron suficientes para demostrar que no se pudo aplicar un solo factor de conversión a todas las minas ni a todas las áreas de trabajo dentro de una mina (se agregó énfasis)» [Gibbs y LaChance, 1974].  En muestras con bajo contenido de fibra, que representaron casi un tercio de las muestras, los investigadores de QAMA-McGill encontraron que el recuento de partículas estaba inversamente correlacionado con el recuento de fibra.  Es decir, a mayor conteo de partículas, menor es la exposición a la fibra [Gibbs y LaChance, 1974].  Concluyeron: «Por lo tanto, la conversión de las relaciones polvo-enfermedad para la industria minera y de molienda de Quebec, a relaciones fibra-enfermedad no parece posible en la actualidad.» [Gibbs y LaChance, 1974). Sin embargo, más tarde, ignorando sus propios datos y recomendaciones, McDonald et al. [1980b] convirtieron de partículas a fibra las estimaciones de dosis.  Parece que las estimaciones de dosis incorrectas y un sesgo sistemático contra el diagnóstico de enfermedades relacionadas con el asbesto en la región minera canadiense del asbesto puede explicar el misterio textil.

 

Estimación errónea de la dosis: las partículas no son fibras

Gibbs y Hui [1971] utilizaron mediciones de dosis disponibles de 1949 a 1966, que fueron mediciones de partículas «totales» recogidas por el midget impinger.  Este método no puede distinguir las fibras de otras partículas de polvo, como la sílice y otros polvos «no tóxicos» [Egilman y Reinert, 1996].  Solo las fibras, que pueden capturarse o no en las mediciones de partículas totales, causan enfermedades.  En realidad, es difícil hacer estimaciones precisas de la exposición real de los mineros y molineros canadienses durante ese período.  Sin embargo, las estimaciones que se han hecho indican que los mineros estaban, con toda probabilidad, expuestos a menos fibras que los trabajadores textiles de Carolina del Sur, y no a la inversa.  Las estimaciones de dosis de los estudios de la mina QAMA-McGill son totalmente inexactas.  Con base en la relación del riesgo comparativo entre la minera y la textilera, parece claro que fueron sistemáticamente sobreestimadas las exposiciones reales.

Ya en 1951, los investigadores de QAMA se dieron cuenta de que el cálculo preciso de las estimaciones de dosis para los mineros de Quebec era imposible.  Si bien el problema de la conversión de la dosis existe en todos los estudios que se basan en datos históricos de recuento de partículas, este problema se vio exacerbado en los estudios de minas debido a la gran cantidad de ubicaciones y empleos involucrados.  Como Vorwald, un consultor de la QAMA, escribió a Cartier, el director de la clínica de enfermedades industriales de QAMA en las minas de Thetford, los datos no existían (ver Nota 5).  Cartier luego se desempeñó como consultor de QAMA.

Lo que era claramente «imposible» en 1951 se convirtió en una tarea de reconstrucción de la dosis en 1971 [Gibbs y Hui, 1971].  El Dr. McDonald estaba al tanto de este problema ya desde el 23 de abril de 1969.  Durante el período de debate posterior a su presidencia de una sesión sobre técnicas de medición de asbesto, que era muy crítico con el método del midget impinger, preguntó: «¿Puede un instrumento inexacto como el midget impinger (MI) dar un resultado preciso?» [Shapiro, 1970].  A pesar de los inconvenientes del MI, los investigadores de QAMA han seguido utilizando los datos del MI para estimar las exposiciones hasta la década de 1990, un cuarto de siglo después de que las minas se convirtieran al conteo de fibras.  Las relaciones de dosis-respuesta basadas en un conjunto de datos de exposición completamente inexactos, pero aparentemente grandes, brindan un falso sentido de seguridad estadística a estos resultados.

 

Medición de fibras visibles: el efecto iceberg

La medición de las fibras mediante microscopía óptica y cualquier conversión del recuento de partículas a fibras se basa en la suposición de que las fibras visibles contabilizadas constituyen una fracción del número total de fibras presentes en el aire.  Esto se debe a que la mayoría de las fibras presentes en el aire no son visibles bajo el microscopio óptico.  Además, por convención, la microscopía óptica no mide fibras de menos de 5 micras de longitud [Sebastien et al., 1989).  Por lo tanto, para que las estimaciones de exposición de QAMA-McGill se consideren válidas, se deben cumplir dos requisitos. Primero, debe haber habido una relación proporcional consistente entre fibras visibles y fibras totales. Esto también requiere una relación constante entre fibras visibles y fibras de menos de 5 micras de longitud en varios procesos (es decir, minería, fresado y mantenimiento).  Estas relaciones debieron mantenerse durante un período de 6 años, durante el cual muchos procesos cambiaron drásticamente.

En segundo lugar, para comparar las exposiciones entre dos procesos completamente diferentes como la minería y los textiles, la relación de fibras visibles a invisibles y no contadas debe ser similar.  Hay más fibras invisibles por fibra visible en la fabricación textil que en la minería.  Por lo tanto, cada fibra textil contada representa más fibras invisibles para cada fibra contada de la mina.  Un examen de los procesos de extracción y molienda de minerales y fabricación de textiles, y la historia de las técnicas de medición de fibras, indica que ninguno de estos dos requisitos se cumplió alguna vez en el contexto de la investigación de QAMA-McGill.

Nicholson [1986] resumió los principales problemas técnicos al establecer las relaciones exposición/enfermedad del asbesto:

Incluso con los avances en las técnicas de conteo de fibra, se pueden introducir errores significativos en los intentos de formular relaciones generales de respuesta a la exposición de fibra.  La convención ahora en uso, que solo se cuentan fibras más largas que 5 µm, fue elegida únicamente para la conveniencia de la evaluación microscópica óptica (ya que las agencias de vigilancia generalmente se limitan a dicha instrumentación).  No se corresponde necesariamente con una demarcación aguda del efecto para la asbestosis, el cáncer de pulmón o el mesotelioma.  Si bien es fácil admitir que contar solo fibras de más de 5 µm enumera solo una fracción del número total de fibras presentes, existe una conciencia insuficiente de que la fracción contada es muy variable, dependiendo del tipo de fibra, del proceso o los productos utilizados, e incluso de la historia pasada del material de asbesto (por ejemplo, material aislante antiguo vs. nuevo), entre otros factores.  Por ejemplo, la fracción de fibras de crisotilo de más de 5 µm en un aerosol puede variar en un factor de 10 (desde tan poco como 0.5% del número total, a más de 5%).  Cuando se cuentan los aerosoles con amosita, la fracción más larga de 5 µm puede ser del 30%, extendiendo la variabilidad de la fracción a dos órdenes de magnitud [Nicholson, 1986].

La longitud de la fibra no es la única consideración relevante para el conteo de la fibra.  Nicholson también señala que hasta la mitad de las fibras pueden haberse perdido utilizando microscopía óptica que no puede medir fibras de diámetro más pequeño (ver Nota 6).

El conteo de fibras de asbesto es un fenómeno de «punta del iceberg» porque las fibras se cuentan por microscopía óptica.  Dado que las fibras de crisotilo se dividen longitudinalmente, algunas de las fibras son demasiado delgadas para verse, y no se cuentan.  Los primeros pasos del proceso textil están específicamente diseñados para dividir haces de fibras; por lo tanto, las exposiciones textiles implican un mayor porcentaje de fibras finas (invisibles) que las exposiciones mineras o molineras [Dement y Harris, 1979].  Como resultado del aumento de la división de la fibra en el proceso textil, cada fibra contada representa muchas más fibras no contabilizadas que las del proceso de extracción y molienda [Nicholson, 1986; ver Nota 7).

 

Potencial mesoteliogénico de las fibras delgadas

El ancho de la fibra es clínicamente importante para la potencia carcinogénica.  Fibras más delgadas (generalmente de menos de 0.1 µm), que son invisibles bajo el microscopio óptico y por lo tanto no contadas, son mucho más mesoteliogénicas que las fibras más amplias (visibles) [Pott et al., 1972; Stanton et al., 1981; Lippmann, 1988).  Lippmann sugirió por primera vez esta explicación del «misterio textil» en 1988:

«El origen de este menor riesgo [para los mineros] no se comprende completamente, pero la diferencia puede estar en las diferentes distribuciones del tamaño de la fibra entre la extracción y el molido de crisotilo y su uso en una planta textil u otra instalación de producción (ver Nota 8).”

 

Crítica de las estimaciones de la dosis de McGill: métodos de muestreo

Los investigadores de McGill basaron sus estimaciones de dosis en las mediciones del midget impinger tomadas entre 1948 y 1966.[6]  Sin embargo, los trabajadores de la cohorte fueron los más expuestos antes de 1946.  De hecho, QAMA comenzó el programa de medición de la exposición para ayudar a controlar los niveles de polvo.  Case [200la] afirmó que el muestreo de exposición, dado que se realizó en 4.152 muestras individuales, reflejó los niveles de exposición reales y fue de alta calidad, indicando que «… Esto es mucho más información de la que alguna vez se obtendrá en un estudio epidemiológico promedio, esta fue una tarea monumental» y «… esta base de datos ambientales era de una calidad mejor que la mayoría.»  Gibbs afirmó: «se consultaron mediciones de otras fuentes, como informes gubernamentales, compañías de seguros, compañías mineras y otros datos recopilados cuando era necesario utilizando encuestas del equipo de investigación.  La distribución de las mediciones fue tal que fue posible obtener una estimación razonable de las concentraciones asociadas con la mayoría de empleos y áreas de trabajo sobre una base anual» [Gibbs, 1994).

Sin embargo, Gibbs y LaChance [1972] admitieron la mala calidad del muestreo de la fábrica en ciudad Asbesto, señalando que: «Un total de 3.096 mediciones de polvo, hechas periódicamente desde 1944, se usaron como una guía para la exposición en la fábrica.  Dado que fueron hechas por varias personas diferentes utilizando varios métodos, incluido el Greenberg Smith impinger, el midget impinger y la muestra de chorro de Owens, estas mediciones fueron menos satisfactorias que las de los molinos».  No obstante, los investigadores de QAMA-McGill basaron varias publicaciones en estos datos [Liddell et al. 1997, 1998; Liddell y McDonald, 1980; McDonald, 1980; McDonald y McDonald, 1980; McDonald et al., 1980b, 1993, 1997, 2001].

En 1984, ellos afirmaron: «no podemos reclamar precisión o certeza para nuestras estimaciones, solo que los datos disponibles ─más abundantes en esta industria que en la mayoría de las demás─, se utilizaron con la mayor de nuestra capacidad posible» [Liddell et al., 1984].  A pesar de que estos investigadores reconocieron que las muestras del MI no tenían ningún valor práctico, admitieron que «no se intentó extender las historias laborales más allá de 1966 porque los niveles de exposición en el período 1967-75 fueron mucho más bajos que en el pasado, y la exposición en un período corto antes de la muerte no se podía esperar que contribuyera al riesgo” [Liddell et al., 1984].  Sin embargo, los investigadores de QAMA-McGill siguieron la cohorte hasta 1992, encontrando que aproximadamente una cuarta parte de la cohorte tuvo exposiciones significativas después de 1966, mucho antes de morir [Liddell et al., 1998].  Increíblemente, aunque tuvieron acceso a la cohorte y pudieron haber determinado prospectivamente los niveles de exposición desde 1966, los investigadores de QAMA-McGill simplemente proyectaron los 18 años previos de datos de mediciones de exposición hasta 1992 [Liddell et al., 1998].

Además de intentar igualar la cantidad de las mediciones con la calidad, la presentación de la cantidad de muestras por parte de los investigadores de QAMA-McGilI también es engañosa.  De hecho, se tomó un porcentaje muy pequeño de muestras, dado el número de minas y fábricas, las clasificaciones de los puestos de trabajo, la variabilidad de las exposiciones en el mismo proceso dentro de las minas y entre ellas, y el período de seguimiento durante 80 años.  Los propietarios de la mina QAMA tomaron muestras de 44 minas.  Cada molino y mina tenían al menos ocho procesos principales, cada uno de los cuales dio como resultado recuentos de partículas variables y relaciones de partículas/fibras tomadas durante un período de 18 años [Gibbs y LaChance, 1972, 1974].  En realidad, QAMA muestreó cada uno de los principales procesos de la mina, un promedio de menos de una vez cada 3 años y entre 5 y 30 minutos.  Además, QAMA nunca monitoreó dos cohortes grandes de trabajadores, mineros y trabajadores de mantenimiento que comprendían del 20 al 30% de toda la población de estudio [Gibbs, 1972].

Gibbs basó sus estimaciones de la dosis para estos grupos en entrevistas con trabajadores, que dependían de las estimaciones visuales de los niveles de polvo que podían ser recordadas.  En su tesis doctoral señaló: «La visibilidad, que se vio afectada por la niebla y la iluminación, así como por el polvo, probablemente desempeñó un papel en la evaluación de los trabajadores en minas y molinos subterráneos y pudo haber llevado a una sobreestimación de los niveles de polvo (énfasis agregado)» [Gibbs, 1972].  Cabe señalar que la iluminación y las variables de distancia por sí solas podrían dar lugar a diferencias de estimación de partículas en cien veces [Hemeon, 1963].  Este problema se ve agravado por el hecho de que la visibilidad es una función de las partículas totales y no de los conteos de fibra.  Los investigadores declararon que su «análisis histórico», basado en entrevistas, indicaba que los trabajadores de mantenimiento tenían altas exposiciones en comparación con los mineros [Gibbs y LaChance, 1972].  Esto puede ser cierto, pero Gibbs informó más tarde que los mineros tenían el doble de enfermedad pleural que los molineros o trituradores de rocas en las mismas minas y los trabajadores de mantenimiento que generalmente trabajaban en el molino u otros edificios del proceso [Gibbs, 1979].

En 1971, Gibbs señaló que había un «acuerdo general» entre los trabajadores preguntados sobre las condiciones de polvo recordadas [Gibbs y LaChance, 1972].  Sin embargo, en otro artículo publicado 12 años después, Liddell et al. [1984] observaron que las historias ocupacionales a menudo entraban en conflicto con los registros escritos.  Los investigadores de QAMA-McGill aplicaron las estimaciones de dosis basadas en las entrevistas de los trabajadores a tipos de trabajos específicos, que incluyeron 13.346 descripciones de trabajos diferentes [McDonald et al., 1971].  Gibbs «los redujo» a 5.783 trabajos diferentes en trece categorías de exposición general, y luego aplicó estas categorías de exposición individual a historiales de trabajo individuales basados ​​en registros escritos.  Cabe señalar que, en promedio, cada trabajador tenía diez tareas diferentes [Gibbs y LaChance, 1972].

Gibbs afirmó que las muestras de QAMA se tomaron para evaluar tanto la efectividad del control del polvo industrial como las exposiciones individuales.  En el mismo documento también señaló que el midget impinger es «relativamente un instrumento de corto plazo, difícil de usar para el monitoreo personal y no es específico para las fibras» [Gibbs, 1994].  Gibbs informó que QAMA sabía qué muestras se registraron con fines de control y cuáles se recolectaron para ser «representativas» de las exposiciones reales.  Sin embargo, nunca se ha proporcionado un desglose de la proporción relativa de muestras en cada categoría y no hay indicios de que se haya realizado alguna muestra personal [Gibbs, 1994].  Curiosamente, en el mismo documento, Gibbs criticó las estimaciones de exposición textil de Dement por no proporcionar «información sobre si las muestras eran muestras personales» o cualquier información sobre «la distribución de las ubicaciones en las que se tomaron muestras una al lado de la otra» [Gibbs, 1994].  Cada muestra con el midget impinger duraba entre 5 y 30 minutos y, por lo tanto, no podía reflejar las exposiciones diarias promedio, y menos anualmente.  QAMA no registró recuentos por debajo del supuesto «límite de exposición» y los investigadores de QAMA-McGill nunca indicaron cuál era el «límite de exposición o límites durante el período relevante o cómo trataron estas mediciones ‘no registradas’ en sus estimaciones de la dosis» [Gibbs, 1994].

 

Datos perdidos

En 1972, Gibbs y LaChance insinuaron la baja calidad de los muestreos en los lugares, cuando contrastaron la informaron con los resultados de nuevas muestras tomadas «para obtener información en áreas donde no se habían hecho mediciones de polvo previamente» durante los últimos 60 años [Gibbs y LaChance, I972].  Estas áreas incluyen la mayoría de los puestos de trabajo que implican exposiciones.  Si bien informaron que estos datos faltaban solo para tres minas, en realidad representaban diez minas, que se habían fusionado anteriormente, o cuyas exposiciones los autores consideraban comparables.  Otras cinco minas se cerraron en el momento del estudio y no hay datos de ningún tipo disponibles para los trabajadores de estas minas [Gibbs, 1972].  Gibbs recopiló algunas muestras para cada uno de los puestos de trabajo, pero se creó y usó un método enteramente nuevo para la medición, un método que no está completamente descrito y no parece haber sido validado de ninguna manera [Gibbs, 1972].  Gibbs no hizo ningún intento de comparar estos resultados con los recuentos totales de partículas del midget impinger que estaban disponibles para el resto de los trabajadores.  Aunque los valores «medianos» se informan en el artículo publicado, muchos de estos valores corresponden solamente a resultados de una sola muestra [Gibbs, 1972].

Gibbs y LaChance [1972] basaron gran parte de la reconstrucción de la dosis en los resultados sesgados antes mencionados.  Informaron que los trabajadores de mantenimiento tenían exposiciones más altas que los molineros, pero el rango de exposiciones para los trabajadores de mantenimiento fue 1.1-61.8 (muestras personales).  El rango para los molineros fue de 0.3-159 (muestras de área).  Además, las mediciones de exposición variaron ampliamente.  Gibbs publicó los datos sobre la varianza (aunque desconocida), pero omitió datos sobre la variación de las dosis en la misma mina para el mismo trabajo.  De hecho, Gibbs encontró que las exposiciones en la misma mina para el mismo trabajo tenían un rango cercano a 200% [Gibbs, 1972].

 

Problemas de conversión partícula/fibra

QAMA conoce desde hace tiempo tanto la imposibilidad de estimar las exposiciones a la fibra de asbesto para cada puesto de trabajo, como la irrelevancia del conteo de partículas para determinar la toxicidad.  En 1953, el acta de la reunión de la junta ejecutiva de QAMA señalaba: «Las encuestas de higiene industrial que se han realizado en el pasado, y en las que solo se midieron las partículas de polvo, prácticamente carecen de valor» [Jackson, 1953].

QAMA esperó 20 años para cambiarse a las mediciones que usaban el filtro de membrana después de recibir esta información.  A los investigadores de McGill solo les quedaban recuentos de partículas, pero si los recuentos de partículas no podían correlacionarse con los recuentos de fibra o estaban inversamente relacionados con los niveles de fibra, los recuentos de partículas eran inútiles como índices de exposición para determinar la toxicidad del asbesto.  Gibbs y LaChance probaron esta hipótesis realizando 87 pares combinados de pruebas utilizando microscopía óptica y filtros de membrana para contar las fibras y compararlas con los recuentos de partículas del midget impinger [Gibbs y LaChance, 1974].  Descubrieron que, en general, la relación entre los recuentos de partículas y el recuento de fibras era un 13% mejor que la generación de números aleatorios.  Increíblemente, para bajas exposiciones de conteo de fibra, los recuentos de partículas estuvieron inversamente relacionados con las exposiciones de fibra.  Esta relación inversa ocurrió en más de un tercio de las muestras (31.187).  Por lo tanto, para al menos un tercio de los recuentos de partículas, se determinó que cuanto mayor es el conteo, menor es la exposición de los trabajadores al asbesto.  Nota de Gibbs y LaChance:

Para treinta y una muestras con menos de una fibra por campo, la correlación lineal fue muy cercana a cero, -0.03, y la correlación de los datos de registro de transformación rítmica fue de 0.25.  Sin embargo, estas correlaciones sugieren que para todas las minas las líneas de regresión son insatisfactorias para la predicción de los recuentos de fibra de los conteos con el impinger, así como la mejora y la predicción de la mejor correlación, 0.45, es solo un 13% más rápido que una conversión obtenida al azar.  Por lo tanto, la conversión de las relaciones de la enfermedad del polvo a las relaciones de la enfermedad de la fibra no parece posible [Gibbs y LaChance, 1974].

Gibbs y LaChance reconocen la escasa correlación de las muestras del midget impinger de lado a lado y recomiendan “que los estándares de seguridad, al menos en esta industria, continúen basándose en conteos de polvo para los cuales hay un considerable apoyo epidemiológico, antes que en conteos de fibra, para los cuales no hay evidencia directa” [Gibbs y laChance. 1974).  Concluyeron que «la conversión de las relaciones de enfermedad de polvo para la industria minera y de fresado de Quebec, a las relaciones de enfermedad de fibra no parece posible en este momento».  Gibbs y LaChance sugieren que, aunque ahora sabemos que la fibra y no la partícula causa la enfermedad, y la mayoría de las partículas contabilizadas no son de asbesto, los estándares de seguridad deben seguir basándose en el recuento de partículas.

La falta de validez científica de estas estimaciones de dosis no detuvo al equipo de investigación de McGill financiado por QAMA.  Se seleccionó un único factor de conversión para todos los procesos y, en adelante, todas las publicaciones posteriores se han basado en este único valor (aunque periódicamente se han realizado pequeños ajustes al mismo).  McDonald afirma en una publicación de la conferencia IARC de 1973 que los métodos de muestreo de polvo, además de las conversiones poco confiables de partícula a fibra, produjeron datos demasiado variables como para ser considerados una base confiable para estimar la exposición [McDonald, 1973].

 

Intento de correcciones

En 1989, los investigadores de McGill financiados por QAMA se dieron cuenta de que necesitaban proporcionar una mejor justificación para sus estimaciones de dosis altas.  Dado que el crisotilo provenía de la misma mina, la explicación más obvia y simple para este «misterio» les pareció la inadecuación o no comparabilidad de las estimaciones de dosis de estas dos operaciones.  Después de todo, ya habían demostrado que no había, en el mejor de los casos, correlación entre los conteos de partículas y fibras en el muestreo de QAMA.  En el peor de los casos, existía una relación inversa entre los recuentos de partículas y fibras [Gibbs y LaChance, 1974].  Por otro lado, los recuentos de partículas textiles se correlacionan con los recuentos de fibra porque cada proceso textil produce un estrecho rango de relaciones partícula/fibra.  Los investigadores trataron de «arreglar» este problema claramente irreparable con las estimaciones de dosis al comparar los recuentos de partículas con los niveles de fibra retenidos en el pulmón [Sebastien et al., 1989].  Esto solo podría agregar otro nivel de error dado que, como ellos lo notaron, los conteos de fibra pulmonar dependen de la retención, el aclaramiento y la disolución (ver Nota 9).

Sebastien reafirmó lo inadecuados que resultaban los datos de exposición originales de QAMA-McGill, indicando:

Inicialmente pensamos que podría ser apropiado usar el análisis de regresión para relacionar la exposición, intensidad (mpcf) con las concentraciones de fibra pulmonar en las dos series y comparar los valores observados en una, con los esperados por la aplicación de las ecuaciones de regresión en la otra.  Aunque los resultados obtenidos con este enfoque fueron similares a los del par combinado y los análisis de estratificación, no los hemos citado aquí porque las suposiciones subyacentes sobre la linealidad no parecían justificadas [Sebastien et al., 1989].

Los investigadores compararon la proporción de exposición al crisotilo en millones de partículas por pie cúbico en mineros y molineros, con los datos de exposición de los trabajadores textiles en Carolina del Sur con la cantidad de crisotilo y tremolita retenidos en los pulmones del trabajador [Sebastien et al., 1989].  Sin embargo, los investigadores de QAMA-McGill seleccionaron casos de cáncer de pulmón para el 8% de los trabajadores de Charleston, pero el 25% de los mineros de Quebec.  Esto introdujo otro sesgo sistemático, ya que es probable que los trabajadores con cáncer de pulmón tuvieran una mayor exposición al asbesto.  Los casos seleccionados de Thetford no eran ni siquiera representativos de la cohorte de Thetford, como señaló Sebastien: «los altos valores (de exposición) estaban sobrerrepresentados en los casos de necropsia» [Sebastien et al., 1989].  Irónicamente, llegaron a la conclusión de que la tremolita no era responsable del «mayor riesgo de cáncer de colon en Charleston.  De hecho, …los análisis indican lo contrario.”

Los investigadores de QAMA-McGilI no contaron fibras de menos de 5 µm y solo analizaron «las primeras cinco fibras observadas».  De manera no sorprendente, los diámetros medios y las longitudes de las fibras fueron similares.  Desafortunadamente, la comparación de las razones medias no concuerda con su teoría porque la proporción media de los recuentos de partículas entre Thetford y Charleston fue 11.8 y el cociente promedio de fibra de pulmón de crisotilo/tremolita fue de 18.  Los investigadores de QAMA-McGill no informaron esta comparación de medias, sino que simplemente calcularon medios geométricos para minimizar el impacto de los puntos de datos atípicos.  Sin embargo, estos valores atípicos constituyeron precisamente el tipo de información que los investigadores de QAMA-McGill afirmaron estar evaluando en primer lugar.[7]  Claramente, la comparación de los promedios para determinar si las medidas de exposición son precisas no requiere una evaluación de medios geométricos.  Si cualquier prueba estadística es apropiada, es la comparación de los medios aritméticos.  Esta comparación nuevamente mostró que las mediciones de exposición de QAMA-McGilI fueron inexactas y que sus métodos de investigación fueron fatalmente defectuosos.  Por supuesto, el conocimiento de esta deficiencia ya estaba firmemente establecido en 1974 a partir del análisis original de Gibbs [Gibbs y LaChance, 1974].

 

Entrevistas con trabajadores

Dado que los datos de exposición de QAMA no midieron las exposiciones para la mayoría de los trabajadores de la cohorte correspondiente, los investigadores de McGill confiaron en los registros de la compañía para reconstruir las exposiciones.  Sus informes sobre este «control» de la validez de los registros de trabajo son totalmente contradictorios.

Como se mencionó anteriormente, Gibbs informó por primera vez en 1971: «Se les pidió a los hombres relacionar las condiciones de polvo que recordaban con aquellas en las áreas donde se habían hecho mediciones recientemente.  En general, hubo acuerdo entre los que preguntamos» [Gibbs y LaChance, 1974].  Sin embargo, en 1984, Liddell informó:

Con los años, nos habíamos encontrado con varias inconsistencias y otras evidencias de errores en los historiales laborales.  Aprovechamos esta oportunidad para intentar la corrección cuando correspondía, pero por razones expuestas en otro lugar, no pudimos hacer uso de este esfuerzo.  Muchos de los cambios en la historia laboral, provocados por la investigación de campo «ciego» y verificados contra los archivos de la compañía, estaban ciertamente justificados, pero no los hemos hecho, y hemos permitido que los errores persistan (énfasis agregado) [Liddell et al., 1984].

Incluso después de reconocer sus errores, constante y continuamente, los ignoraron.  E intentaron justificar su decisión de no corregir los errores, indicando: «Sin embargo, este tipo de error parece haber sido distribuido de manera desigual, por lo que podría no haber sido comparado con precisión.  En las respectivas comparaciones, los errores menores de imparcialidad aleatoria son probablemente menos serios que el sesgo: por lo tanto, volvimos a la situación que existía antes de que el trabajo de campo se instituyera» [Liddell et al., 1984].  No proporcionaron ningún análisis de la magnitud o aleatoriedad de los errores.  No se hizo ningún esfuerzo para comparar las entrevistas con el registro escrito para determinar si estos últimos contenían o no un sesgo sistemático.

 

Factores de conversión

Primero Gibbs y LaChance [1974] y más tarde Liddell et al. [1984, 1998] evaluaron los méritos de convertir conteos de partículas a conteos de fibra [Gibbs y LaChance, 1974; Liddell et al., 1984, 1998].  Además de darse cuenta de que las entrevistas de los trabajadores indicaron que las estimaciones originales de la dosis eran incluso menos precisas de lo que se suponía anteriormente, reconocieron de nuevo que las relaciones partícula/fibra eran «virtualmente independientes del nivel de exposición» [Liddell et al., 1984].  Además, era claro que, si se usara un factor de conversión, tenía que ser específico para cada puesto de trabajo [Gibbs, 1994].  Sin tener en cuenta sus propios hallazgos, utilizaron una sola relación estándar de partícula/fibra para todos los años en todas las categorías de trabajo.  Basaron este estándar en las historias de los trabajadores, que luego procedieron a ignorar al calcular el recuento real de partículas porque postularon que las historias introducirían un «sesgo sistémico» en su análisis (ver Nota 10).

Liddell et al. [1998] nuevamente reconocieron la insuficiencia de sus estimaciones de dosis concluyendo que: “la clasificación de los puestos de trabajo por categoría de polvo no sería una clasificación confiable por conteo de fibra” [Liddell et al., 1998; ver Nota 11).

También entendieron por qué las estimaciones de dosis eran tan inexactas.  Las proporciones de fibra/polvo necesariamente diferían por órdenes de magnitud para diferentes tipos de trabajo y para el mismo proceso de trabajo en diferentes momentos.  Liddell et al. [1998] señalaron que «Los dos informes importantes de Gibbs y LaChance [1972, 1974] dan alguna indicación de la complejidad inherente: un simple ejemplo es que el trabajo en el vertedero de relaves en 1968 fue extremadamente polvoriento, pero, como la mayoría de la fibra se habría extraído, la relación fibra/polvo debe haber sido bastante baja».  Los datos de exposición fueron tan inexactos que, «tomados al pie de la letra», las exposiciones incluso parecían protectoras para los trabajadores. En otras palabras, sin haber sido manipulados, los datos de exposición indicaron que la exposición al crisotilo impedía que los trabajadores desarrollaran neumoconiosis, cáncer de pulmón o mesotelioma [Liddell et al., 1998].  Sus hallazgos originales serían plausibles si se considerara una hipótesis alergénica en la que los trabajadores que tenían las exposiciones más altas murieran por enfermedades no malignas, antes de que el período de latencia para la inducción del cáncer se hubiera elevado.  En lugar de eso, dado que ellos creían que una relación de exposición inversa era ridícula, manipularon las estimaciones de exposición hasta que la curva dosis-respuesta se ajustaba a su comprensión a priori de la forma adecuada para la relación dosis-respuesta.  Los investigadores descartaron todos los niveles de exposición que fueran inversamente relacionados con la enfermedad.  Describieron esta manipulación en un apéndice titulado «Eliminación de los coeficientes de regresión negativa», y procedieron a «revisar» la exposición para generar resultados que les permitieran argumentar que la exposición al crisotilo era «inocua» (ver Nota 12).

 

“Corrección” de los años de exposición

En 1980, McDonald comentó sobre los datos de exposición y dijo:

Liddell et al. consideraron los riesgos relativos del cáncer de pulmón en detalle, y parecía que había poco que sugiriera que la forma en que se había acumulado la exposición al polvo jugaba algún papel en la determinación del riesgo… [McDonald et al., 1980; ver Nota 13].

Incluso después de esta «validación» de las estimaciones de dosis, concluyeron inequívocamente que las estimaciones de dosis no tenían valor cuando Gibbs escribió: «por lo tanto, está claro que no hay un único factor de conversión global que pueda aplicarse a los datos de la mina y el molino» [Gibbs, 1994].

 

Manipulación de la cohorte para lograr los resultados deseados

En su artículo de 1980, McDonald justificó el límite de 45 años, declarando que «para este tiempo la mayoría de los hombres ha completado su servicio» [McDonald et al. 1980b].  Esto simplemente no era verdad.  En 1997, Lidell et al. revelaron que más de 2.400 hombres en la cohorte de estudio 1890-1920 todavía estaban empleados en 1967, y el más joven de ellos tenía 47 años.  Dado que la edad límite de 45 ya no produce la curva lineal dosis-respuesta que ellos buscaron, en 1997 calcularon las exposiciones por encima de los 55 años de edad.  En lugar de utilizar los datos de exposición obtenidos después de 1966, el año en que comenzaron los estudios QAMA-McGill, utilizaron los datos anteriores a 1966, ya desacreditados, para estimar estas exposiciones.  También alteraron la metodología de cálculo de la dosis, afirmando que «no resultó factible utilizar los mismos métodos anteriores» [Liddell et al., 1997].  No proporcionan ninguna justificación para este cambio (excepto tal vez por el tamaño muy grande de los archivos para el computador), ni proporcionan un análisis comparativo de los resultados utilizando los métodos de estimación de dosis «anteriores» y «nuevos» (ver Nota 14).

A pesar de estas manipulaciones, los propios investigadores de McGill han puesto en duda la confiabilidad de las estimaciones de exposición para neumoconiosis y mesotelioma, declarando:

«Las tasas de mortalidad por neumoconiosis por 100.000 años-sujeto estuvieron claramente asociadas con la exposición en los dos principales lugares de empleo, pero las exclusiones de esta tabla [muertes tempranas: 12 de neumoconiosis y 1 de mesotelioma] pueden haber distorsionado estas asociaciones, y ciertamente hacen particularmente difícil la comparación entre la mina de asbesto y el molino y la Compañía 3.  Hay pocas señales de asociaciones correspondientes con el mesotelioma» [Liddell et al., 1997].

 

Conclusiones engañosas

En 1998, Liddell delineó la conclusión predeterminada que los investigadores de QAMA-McGill planeaban exponer en el documento final de la serie, a saber, que los efectos del crisotilo sobre la salud eran «esencialmente inocuos» (véase la Nota 15).

Los investigadores de QAMA-McGill concluyeron que casi la mitad (72) de las muertes que atribuyeron a la exposición al asbesto fueron inconsecuentes porque estas muertes no alteraron significativamente las tasas de mortalidad general.  Como su conclusión es política, tal vez una analogía política actual ayude a arrojar luz sobre este análisis.  Si se aplicara el mismo argumento para la destrucción del World Trade Center, se podría concluir de manera similar que este acto de terrorismo, que ha cambiado el mundo en los años venideros, era «inocuo» porque no tuvo un impacto significativo en el SMR (Tasa promedio de mortalidad) de los EE.UU. para 2001.

 

Determinación inadecuada de casos

Además de sobreestimar la dosis, las subestimaciones sistémicas de las enfermedades asociadas al asbesto también pueden haber contribuido al aparente «bajo riesgo» de la exposición al crisotilo.  En 1950, en una reunión con funcionarios de QAMA, el Dr. Lanza señaló que esta era una explicación probable: «Se señaló que en la provincia [Quebec] es una práctica no enumerar el cáncer como causa de muerte, incluso cuando lo es, por lo que la información sobre esto puede no ser de mucha ayuda para nosotros» [Trudeau Institute, 1950].  Metropolitan Life proporcionó un seguro de vida grupal a los mineros y comenzó a recopilar datos de mortalidad y certificados de defunción de los trabajadores en la década de 1920.  Begin y sus colegas proporcionaron un apoyo adicional para este diagnóstico y/o sesgo de informe cuando documentó «una incidencia creciente de casos de mesotelioma maligno en mineros y molineros de crisotilo en los municipios del este de Quebec.  Con 49 casos en los últimos 23 años y una tasa de 2.5 casos por año en los últimos años en la industria primaria, en comparación con una tasa de 0.3 por año en los años anteriores a 1969» (McDonald et al., 1979 citado por Begin et al. [1992]).  Un recuento similar equivalente a ochenta veces los hallazgos de casos de cáncer de pulmón puede explicar fácilmente el cincuenta veces relacionado con el «misterio textil».

Hay pruebas claras de que este subregistro ocurrió y, de hecho, fue organizado por el principal patrocinador financiero de los estudios, QAMA.  En 1995, Schepers informó que Ivan Sabourin, jefe del Partido Conservador de Quebec y asesor legal de QAMA, había eliminado sistemáticamente las muestras patológicas almacenadas (pulmones extraídos) de los mineros fallecidos de Quebec, diagnosticados con cáncer de pulmón y los había trasladado al Trudeau Institute en Saranac Lake, New York [Schepers, 1995].  En 1946, al menos 17 casos de cáncer habían sido eliminados y aún están pendientes en el análisis de QAMA-McGill.  Aunque sin precedentes, este «robo de órganos» claramente tuvo un impacto diferencial en el número de casos de cáncer atribuibles a las operaciones de la mina QAMA y los informados por el grupo de control.

Debido a que los trabajadores de la cohorte nacieron entre 1890 y 1920, es probable que hayan ocurrido algunas muertes por mesotelioma antes de que la enfermedad fuera ampliamente reconocida por la mayoría de los médicos, entre mediados y finales de la década de 1960.  Hasta la octava revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades, que se adoptó en los Estados Unidos en 1968, el mesotelioma de la pleura se clasificó como una neoplasia benigna del sistema respiratorio [EE.UU. Departamento de Salud, Educación y Bienestar, 1975].  En este momento, gran parte de la cohorte tenía más de 65 años y había acumulado más de 40 años de latencia.  Es probable que este sesgo de diagnóstico también sea la causa de la tasa aparentemente baja de mesotelioma.

 

Influencia de las consideraciones políticas

El subregistro de los médicos de Quebec también debe considerarse como una posible explicación de los resultados falaces.  Nada menos que una autoridad como Pierre Elliott Trudeau señaló que las minas QAMA han sido el centro absoluto de la política canadiense durante este siglo.  En el prólogo de The Asbestos Strike de 1949, Trudeau llamó a la huelga el evento más importante en la política canadiense en el siglo XX [Trudeau, 1974].  La importancia política, el poder y la influencia de QAMA durante este siglo no pueden sobreestimarse.  Esto es particularmente cierto con respecto al reconocimiento por parte de QAMA del impacto potencial en las ganancias, de los problemas de salud relacionados con el asbesto.  A sugerencia de Wade Wright, el director médico de su aseguradora, Metropolitan Life, los propietarios de la mina comenzaron a realizar proyectos para influir en la literatura médica y en médicos individuales en Quebec durante la década de 1920, cuando tomaron una «hipoteca sobre McGill» [Wright, 1926; ver la Nota 16].  Inicialmente, la QAMA estaba preocupada por el posible impacto financiero de las reclamaciones por compensación de los trabajadores.  A mediados de la década de 1930, ya habían desarrollado programas para hacer frente a las consecuencias adversas sobre las ventas, por el miedo a las enfermedades relacionadas con el asbesto [Lanza, 1937; Lilienfeld, 1991].

 

CONCLUSIÓN

La industria minera de asbesto canadiense tiene una larga historia de manipulación de datos científicos para generar resultados que respalden las afirmaciones de que su producto es «inocuo» [Liddell et al., 1998].  Los investigadores cómplices en esta manipulación parecen estar motivados por una variedad de intereses, incluido el deseo de apoyar a una industria nacional importante y un compromiso ideológico preexistente de apoyar los intereses corporativos sobre los intereses de los trabajadores o la comunidad.  Llevar a cabo investigaciones amigables con la industria también puede anclar una carrera académica, al garantizar el flujo constante de fondos necesarios para mantenerse en el ambiente de «publicar o morir», de la universidad.  Sin embargo, como los científicos de la industria deben saber, su investigación tiene implicaciones que se extienden mucho más allá de sus oficinas o laboratorios.

Hoy, el impacto de las políticas de QAMA es más grave en el mundo en desarrollo.  Casi todo el asbesto de Canadá se exporta al mundo en desarrollo, y la literatura médica corrupta se sigue utilizando en los argumentos para promover allí la venta de crisotilo canadiense [Castleman, 2002].  Si bien hay pocos estudios sobre el alcance de las enfermedades relacionadas con el asbesto y la muerte en el mundo en desarrollo, es probable que la cifra de muertos allí sea asombrosa.  Los investigadores de QAMA-McGill interesados ​​en preservar este mercado clave han argumentado ante la Organización Mundial del Comercio para reforzar la proposición de que el crisotilo no es una causa de mesotelioma y, por lo tanto, no debe estar sujeto a prohibiciones nacionales [B.I. Castleman, comunicación inédita; Browne, 2000 http://www.chrysotite.com/enlhltsftylbrowne.htm; Organización Mundial del Comercio, 2000].

En los Estados Unidos, los investigadores apoyados por QAMA están actualmente influenciando la política federal sobre el asbesto.  Un informe reciente a la Agencia de Protección Ambiental del Eastern Research Group, Inc. [2003] se basó en la investigación financiada por QAMA que hemos revisado aquí.  El informe fue revisado por Bruce Case y otros científicos que han sido retenidos por las compañías miembros de QAMA [Eastern Research Group, Inc., 2003].  La legitimidad que se ha otorgado a las teorías de QAMA, «Todo Menos el Crisotilo», es evidencia del éxito de la campaña de «propaganda» de más de tres décadas de QAMA [QAMA, 1967].  QAMA ha sido incluso más exitosa que la industria del tabaco, que emularon.  Sería políticamente imposible para la FDA depender de las opiniones de los investigadores financiados por la industria del tabaco que afirmaron que el tabaco era «inocuo».  Sin embargo, eso es exactamente lo que sucedió con la designación por EPA de Bruce Case y otros, como «expertos» en el riesgo de asbesto.  La ciencia poco sólida de QAMA no merece tal credibilidad.  Hasta que se exponga la naturaleza falsa de sus datos y conclusiones, los trabajadores lesionados y los transeúntes quedarán sin compensación y el crisotilo producirá una generación más de víctimas.

 

APÉNDICE: NOTAS

1. La tesis doctoral de De, titulada «La petrología de los diques emplazados en las rocas ultramáficas de South Eastern Quebec», fue depositada en 1961 en la Universidad de Princeton. El objetivo de la tesis fue estudiar las rocas del dique y su relación con la roca ultramáfica en los municipios del este. La concentración de anfíbolos en las rocas es variable y puede ser sustancialmente alta en algunos diques de composición granítica y diorítica.  Por ejemplo, informó la presencia de actinolita fibrosa en concentraciones de hasta el 14% en diques de granito y sugirió que la pegmatita granítica de las minas de Jeffrey en ciudad Asbesto incluso contendría antofilita.  Por lo tanto, como lo sugieren los análisis de la carga pulmonar y los datos mineralógicos, las concentraciones de fibras de anfíbolos (especialmente tremolita y actinolita) que contaminan el mineral de crisotilo de ciudad Asbestos o en la mina de Thetford se encuentran aproximadamente en el mismo nivel, aunque esto pueda que no se vea reflejado en las muestras esporádicas de aire.  Estas materias minerales eran componentes probables en el producto final. Es necesario aclarar qué tan altas fueron las concentraciones de fibras de anfíbolos en la roca dunita huésped, especialmente la tremolita y la actinolita [Dufresne et al. 1995].

2. McDonald y McDonald manifiestan que: “La posibilidad de esta distribución [menos casos de mesotelioma en minas periféricas] podría estar relacionada con la concentración de tremolita fibrosa en las dos áreas, se probó luego con datos sobre concentraciones de fibras de asbesto en el tejido pulmonar de 83 miembros de la cohorte de las minas de Thetford, que habían muerto de causas distintas al mesotelioma y se habían examinado por microscopía electrónica en 1988. El número de pulmones examinados era de 58 del área A (minas de tremolita central-alta) y 25 del área B (minas de tremolita periférica-baja): los grupos eran similares en duración del empleo (36 y 37 años) y tiempo transcurrido desde el fallecimiento hasta la muerte (8 años en ambos), pero la exposición al polvo acumulada estimada fue aproximadamente un 30% mayor en el grupo B. Las concentraciones medias geométricas de fibras iguales (0 o más de 5 micras de longitud por microgramo de pulmón seco, fueron las siguientes: crisotilo, área A, 7; área B, 13 (no significativo); tremolita, área A, 32; área B, 7 (P= 0.0002)» [McDonald y McDonald. 1995].

3. Browne declaró: «Las principales minas contaminadas de tremolita ahora están cerradas». También dijo: «Pero, en el pasado, el porcentaje de tremolita en la fibra podía ser tan alto como 1%, mientras que las minas altamente contaminadas con tremolita en el área central de Thetford se han cerrado, y en cualquier caso la rigurosa investigación geológica ha demostrado que la tremolita no se mezcla de manera uniforme con el crisotilo, sino que se produce en costuras separadas que pueden identificarse y evitarse. Y, por supuesto, existe evidencia de que gran parte de la tremolita se pierde en la molienda, de modo que para el fabricante tendrá un contenido aún más bajo. Por lo tanto, presentes y futuros suministros de estas fuentes tienen y tendrán un mínimo de tremolita» [Browne, 2000 http:llwww.chrysotile.com/en/hltsfty/browne.htm].

4. A. El crisotilo compone aproximadamente el 5% del depósito de mineral. Se forma en capas u hojas entre rocas serpentinas.  La tremolita y la crocidolita están presentes en la roca adyacente junto con la veta de crisotilo 100% pura.  La roca adyacente se comprime en trituradoras de roca, un proceso que se repite tres veces.  La roca se deja secar durante 48 horas después de la primera trituración.  Este proceso inicial libera tremolita de la serpentina y se mezcla con el crisotilo.

B. El mineral triturado se mueve a un transportador donde se encuentran todas las fibras sobre la correa, incluida la tremolita liberada y la crocidolita, se aspiran y se llevan al molino. Como resultado, el producto final está contaminado con tremolita y crocidolita.

C. La fibra se transporta al molino de clasificación. El molino de clasificación luego separa la fibra por tamaños. Este es un proceso de dos partes.  La fibra se agita y se balancea de lado a lado en un «tamiz», que desciende hacia un vacío de ciclón.  Un ciclón de cinco pies de largo por dos pulgadas de ancho en el extremo del tamiz aspira la fibra en un tubo y es transportada por la fuerza del aire al área de ensacado.  Así es como se logra el tamaño de la fibra.  La succión está configurada para extraer fibras cortas, de cualquier composición química, en primera instancia.  Las fibras más largas restantes se dejan caer sobre otro transportador y el proceso se repite hasta que las fibras más largas se extraen con un ciclón.  Está claro que la tremolita es clasificada según el tamaño junto con el crisotilo.

D. La fibra se sopla desde el área de tamizado y se transporta al área de ensacado donde se mete en bolsas listas para el envío.

5. Vorward escribió: «La semana pasada, mientras estaba en Washington, tuve la oportunidad de hablar sobre nuestro programa de epidemiología del cáncer pulmonar en sujetos expuestos al polvo de asbesto y presentar el problema que usted planteó con respecto a la clasificación del trabajo. Estoy de acuerdo con su punto de vista. Es ciertamente una tarea imposible la de tabular los diversos trabajos sobre datos científicos comparables, ya que tales datos no existen.  Por lo tanto, se debe utilizar el código sugerido por usted y Ken [Smith, director médico de Johns-Manville] (énfasis agregado)» [Vorwald, 1951].

6. Como observó Nicholson: «Utilizando microscopía electrónica, Rendall y Skikne [1980] midieron el porcentaje de fibras con un diámetro inferior a 0,4 μm (el límite de resolución adecuado de un microscopio óptico) en varias muestras de polvo de asbesto. En general, encontraron que más del 50% de las fibras de 5 μm o más largas son menores que 0,4 μm de diámetro y, así, no son visibles usando un microscopio óptico de contraste de fase estándar» [Nicholson, 1986].

7. Nicholson continuó: «Además, como con la distribución de longitud, la distribución del diámetro varía con la actividad y los tipos de fibra. Como resultado, la fracción de pares de más de 5 μm visibles por microscopía óptica varía desde aproximadamente el 22% en la minería de crisotilo y crocidolita, y la manufactura de aislamientos de amosita/crisotilo hasta el 53% en la minería de amosita. Valores intermedios del 40% se miden en la fabricación de forros de freno de crisotilo, y el 33% en las operaciones de la industria de amosita.  Por lo tanto, incluso la medición perfecta del aire del lugar de trabajo, con una enumeración precisa de los factores según los métodos actualmente aceptados, se espera que conduzca a diferentes relaciones exposición-respuesta para cualquier enfermedad específica del asbesto cuando se estudien diferentes entornos de trabajo» [Nicholson, 1986].

8. Lippman continuó: «Experimentos con animales… indican que las fibras con mayor probabilidad de producir cáncer son demasiado delgadas para ser observadas con un microscopio óptico. En la mina y el molino, los haces de fibras de crisotilo solo se han roto parcialmente. Muchas de las fibras son grandes y fáciles de contar: algunas de estas son rizadas y no respirables.  Cuando se envían a una fábrica de textiles con crisotilo, las fibras se separan más durante el cardado.  En los procesos de hilado y tejido a alta velocidad, las fibras finas pueden separarse de los hilos, la mayoría de las cuales no son visibles en un microscopio óptico.  Por lo tanto, en el aire de una planta textil, el porcentaje de fibras delgadas, no contabilizadas, pero altamente cancerígenas, puede ser mayor que en el aire de la mina y el molino y se observa un mayor riesgo de cáncer para la misma exposición medida de fibra acumulada» [Lippmann, 1988].

9. Sebastien escribe: «En ausencia de un modelo aceptado para la retención pulmonar de las fibras de asbesto, la comparación entre los dos grupos se restringió a casos con características de exposición similares en el tiempo (duración y cese). En estas circunstancias, se supuso que la retención se referiría a la intensidad de la exposición. Esta suposición, imposible de probar sin buenos datos ambientales, puede ser cuestionada, especialmente para el crisotilo» [Sebastien et al., 1989].

10. Liddell et al. argumentan que «el factor de conversión debe ser modificado porque muchas historias más han llevado a una mayor fiabilidad de las estimaciones. Hemos realizado otras cuatro estimaciones: las pendientes de fibra y polvo para la neumoconiosis y para el cáncer de pulmón estaban en las proporciones 3.67 y 3.57 (f/ml)/mpcf; mientras que, basado en exposiciones medias para todos los sujetos, la relación fue 3.46 (f/ml)/mpcf en este informe, y fue 3.44 en un estudio de trabajadores varones mayores en Thetford Mines. Estos factores, todos basados en grupos sustanciales de personas, muestran poca variación.  Sin embargo, las proporciones calculadas para cada uno de los 2.535 pares distintos de cero, de exposiciones en este estudio, variaron entre 0,32 y 30 (f/ml)/mpcf, mientras que la correlación de la relación fibra/polvo y su denominador en los 2.535 conjuntos fue tan pequeña que se pudo pensar la relación como prácticamente independiente del nivel de exposición.  Sin embargo, cualquier «promedio» debe depender de cada grupo específico de trabajadores y del método para obtenerlo.  Además, todas las estimaciones anteriores son para trabajadores de ciudad Asbesto y Thetford Mines en el período comprendido entre 1904 y 1966; no hay seguridad de que puedan aplicarse en circunstancias diferentes.  Agregaríamos que hay una gran seguridad de que la relación partícula/fibra se aplica en la circunstancia bajo investigación» (énfasis agregado) [Liddell et al., 1984].

11. El pasaje completo dice: «Liddell et al. [1984] estimaron un factor para convenir conteos de polvo a conteos de fibra de alrededor de 3.5 (fibras/ml), mpcf, pero declararon que esto sería poco confiable excepto aplicado a los niveles medios de polvo para grupos sustanciales de trabajadores del asbesto de Quebec. Para muchos trabajos en los que los 2.217 hombres incluidos en su estudio habían funcionado, la relación fibra:polvo varió de 0,3 a 30 (fibras:ml):mpcf, virtualmente independiente del nivel de polvo; en las proporciones de estudio actuales, puesto por puesto de trabajo debe haber variado de manera similar, de modo que la clasificación de los trabajos por categoría de polvo no sería una clasificación confiable por conteo de fibras (énfasis añadido)» [Liddell et al., 1998].

12. Escribieron: «En todos los análisis de regresión condicional del modelo completo, es decir, con 13 medidas de exposición, hubo al menos un coeficiente de regresión negativo, que tomado al valor nominal implicaría un efecto protector de la exposición. Años en la categoría más alta de polvo relevante se combinaron con los de la categoría adyacente y se repitió el análisis. Este proceso se repitió hasta que todos los coeficientes se volvieron positivos, cuando se los definió o hasta que el único coeficiente negativo fue para la categoría 1; en esa circunstancia, la categoría 1 fue eliminada del modelo, lo que equivalía a establecer el coeficiente a cero y la razón de posibilidades a la unidad…  Ciertamente, existió un grado de arbitrariedad en algunas de las agrupaciones llevadas a cabo, pero se hizo todo lo posible para retener cualquier efecto ´significativo´” (énfasis añadido) [Liddell et al., 1998].

13. McDonald et al. continúan: «Por lo tanto, parecía apropiado basar una segunda serie de análisis en la exposición al polvo acumulada a una cierta edad, arbitrariamente tomada como 45 años, cuando la mayoría de los hombres habían completado su servicio. Después de que la cohorte se había dividido por la exposición a la edad de 45, dos subdivisiones más, pero separadas, fueron hechas por el área minera (Minas de ciudad Asbestos y Thetford) y por el hábito de fumar, aquellas cuyo hábito de fumar era desconocido fueron agregadas al grupo más grande -es decir, fumadores moderados. El intervalo de estudio comenzó en la edad de 45» (énfasis agregado) [McDonald et al., 1980a].

14. Liddell et al. manifiestan: «como más de 2.400 hombres en la cohorte fueron empleados en 1967, se hicieron intentos para estimar las exposiciones anuales hasta 1985, cuando el último hombre se había retirado. No fue factible utilizar los mismos métodos anteriores. En lugar de esto, a cada hombre se le asignaron niveles de polvo de la siguiente manera: para 1967, el mismo nivel que en 1966; para cada año subsiguiente, una proporción de ese nivel de acuerdo con la tendencia promedio de concentración de fibra para su mina o molino específico.  Desde estos niveles, estimamos exposiciones anuales de 1967 a 1985 [McDonald et al., 1993], y ampliamos el registro de exposición de cada hombre a 19 años más.  Para dar una mayor flexibilidad necesaria para el cálculo de exposiciones a la edad de 55 años, por ejemplo, o para los análisis de casos de referencia, de acuerdo con la edad al morir, para el caso de que el archivo de exposición se haya reorganizado: primero, el registro anual de exposición, que incorpora el ajuste por la duración de la semana laboral, se cambió al nivel de polvo, con un indicador del ajuste de la semana de trabajo; en segundo lugar, el historial de trabajo de cada hombre se registró anualmente desde el año en que comenzó al año en que terminó, reduciendo así el número máximo de años de 82 a 59; y en tercer lugar, el formato fue cambiado ligeramente.  Con estos cambios, el archivo completo se redujo en tamaño por más de un cuarto, pero permaneció enorme (5.9 MB)» [Liddell et al., 1997].

15. Los investigadores sostuvieron: «Para los hombres empleados por primera vez en Asbesto, ya fuera en la mina o en la fábrica, [los SMR] fueron mucho más de lo que se podría haber esperado para una población de obreros sin ninguna exposición peligrosa. Los SMR en el área de Thetford Mines fueron casi un 8% más altos, pero en línea con la evidencia anecdótica sobre el estado socio-económico. En exposiciones menores a 300 (millones de partículas por metro cúbico) x años, (mpcf.y), equivalentes a aproximadamente 1000 (fibras/ml) x años o, por ejemplo, 10 años en la década de 1940 a 80 (fibras/ml), los hallazgos fueron los siguientes.  No hubo asociaciones discernibles de grado de exposición y SMR, ya sea por todas las causas de muerte o por todos los sitios específicos de cáncer examinados.  Los SMR promedio fueron 1.07 (todas las causas) y 1.16, 0.93, 1.03 y 1.21, respectivamente, para cáncer gástrico, otro tipos de cáncer abdominal, cáncer laríngeo y pulmonar.  Los hombres cuyas exposiciones fueron menos de 300 mpcf/y sufrieron casi la mitad de las 146 muertes por neumoconiosis o mesotelioma; la eliminación de estas dos causas habría reducido los SMR de estos hombres (todas las causas) de 1.07 a aproximadamente 1.06.  Por lo tanto, se concluye desde el punto de vista de la mortalidad que la exposición en esta industria a menos de 300 mpcf/y ha sido esencialmente inocua, aunque había un pequeño riesgo de neumoconiosis o mesotelioma» (énfasis añadido) [Liddell et al., 1997].

16. Wright escribió: «Se sugiere que nos acerquemos al decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de McGill con una propuesta que, sobre el establecimiento de un Departamento de Higiene Industrial adecuado en la Escuela de Medicina McGill, el Metropolitan celebre un acuerdo con McGill para asegurar a la Compañía ciertos servicios e información relacionados con la salud de los trabajadores industriales en Canadá.»

“… Sería de gran valor para la Compañía tener información específica sobre asuntos tales como:» 1. La distribución de establecimientos industriales, minas y operaciones madereras con datos sobre el número de empleados en cada establecimiento y distrito…

«… Asegurar dicha información directamente sería difícil y muy costoso. Si pudiera obtenerse de un departamento de higiene industrial en la universidad líder de Canadá a cambio de una anualidad moderada para la Compañía, sin duda sería  benefíco …»

“Dicho plan implica un quid pro quo definitivo, los pagos específicamente condicionados a una devolución proporcional, la idoneidad de dicho retorno que se determinará por el Presidente, o aquellos a quienes puede delegarse la decisión …”

«… The Sun Life bien podría preguntar, si le asegura una hipoteca a McGill… orientación técnica con respecto a las materias que afectan la salud comunitaria o individual, tales como ayuda para la preparación de publicidad, asuntos de investigación ocasionales que no involucran grandes desembolsos de dinero, investigaciones de campo, como saneamiento, agua o suministros de leche o riesgos industriales.”

«… Las observaciones de nuestro esquema en Harvard me llevan a añadir que Martin no solo debe estar preparado para prestar ciertos tipos de servicios, sino que ciertos servicios, más o menos rutinarios, deben especificarse. A menos que exista un quid pro definido y tangible, el interés de un apoyo financiero puede languidecer después de algunos años» (énfasis agregado) [Wright, 1926].

 

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[1] Clinical Associate Professor. Brown University. Department of Community HeaIth. Providence, Rhode Island.

[2] Never Again Consulting, Attleboro, Massachusettes.

[3] Este artículo fue publicado en el año de 2003, cuando algunos países europeos aún no habían prohibido el asbesto y Canadá, para ese momento, era un activo exportador de asbesto, liderando el lobby internacional pro asbesto. Nota del traductor.

[4] La región de Asbesto se refiere al área de influencia de Ciudad Asbesto.

[5] Un aparato de muestreo de polvo casi idéntico en principio y diseño con el Greenburg-Smith impinger, cuya principal diferencia es su tamaño más pequeño y el hecho de que solo se necesita un cabezal de agua de 12 pulgadas (30,5 cm) para su funcionamiento. (Nota del traductor).

[6] (Algunos de los estudios dicen que las estimaciones de dosis comenzaron en 1948 y otros que en 1949.)

[7] Las medias geométricas se utilizan para calcular los promedios de la función de potencia. Por ejemplo, se pueden usar para determinar cuál sería una regla de interés promedio si se invirtieran $100,000 en el banco en 1990 y tuvieran tasas de interés variables cada año de 2, 5, 7 y 10 durante los próximos 4 años.