En Colombia se extrae y se emplea industrialmente el asbesto, desde una perspectiva soportada en la premisa del “uso seguro”.
Hagamos –entonces- un repaso a esta teoría.
Canadá fue el segundo exportador de asbesto crisotilo en el mundo, hasta el año de 2012, con dominio en el mercado durante las décadas de 1950, 1960 y 1970. Desde el año de 2012, Canadá se retiró del mercado del asbesto.
De acuerdo con estadísticas del Servicio Geológico de los EE.UU., (USGS por sus siglas en inglés) durante los años de 1900 hasta el año de 2003, se consumieron 180.922.485 toneladas métricas de asbesto, siendo el crisotilo un 95% de este valor de acuerdo con Robert Virta.
De esa cantidad, Canadá exportó 61.165.286 toneladas métricas de asbesto, es decir, una tercera parte del total de asbesto exportado en el mundo durante las fechas indicadas.
A lo largo del siglo XX, la industria del asbesto enfrentó tres grandes crisis. La primera fue en la década de 1930 con el descubrimiento de la asbestosis (Fibrosis intersticial difusa de los pulmones, a menudo asociada con placas pleurales), cáncer de pulmón asociado al asbesto en la década de 1940 y la tercera y más profunda crisis fue en la década de 1960, al establecerse el vínculo del asbesto con el mesotelioma (cáncer de la pleura, del peritoneo, del pericardio y la túnica vaginal, que son membranas delgadas que recubren órganos como el pulmón, el estómago, el corazón y los testículos).
A medida que la evidencia científica crecía, vinculando al asbesto con enfermedades mortales, la industria del asbesto fue creando organizaciones profesionales y semi profesionales para defender las condiciones laborales en las minas y fábricas, conducir investigaciones médicas y calmar los miedos públicos respecto de esta fibra mortal.
Para la década de 1960, a pesar de que ya existía evidencia del mesotelioma, los países y las grandes compañías del asbesto siguieron explotando, exportando y consumiendo el asbesto como si nada pasara. El Reino Unido era el mayor consumidor de asbesto en Europa, Canadá era el mayor productor de asbesto y EE.UU. era el mayor consumidor de asbesto en el mundo. En estos países, por igual, se centraban las batallas de la ciencia y los intereses políticos y económicos que rodean este tipo de problemáticas, donde se ponen en la misma balanza los intereses de la industria contra los intereses de la salud pública.
Las alarmas se prendieron en EE.UU. con una conferencia que organizó el Dr. Irving J. Selikoff en la Academia de Ciencias de Nueva York en 1964, titulada “Efectos bilógicos del asbesto”, donde se ponía en evidencia que el asbesto era una gran amenaza a la salud pública en el siglo XX.
Además de trabajar en el Hospital Monte Sinaí de NY como director científico del laboratorio de ciencias ambientales, Selikoff tenía una clínica en un barrio de clase obrera en NJ. Allí conoció del asbesto. Cerca de la clínica había una fábrica de aislantes en asbesto.
El estudio que hizo Selikoff analizó un grupo relativamente pequeño (672 individuos), pero los resultados fueron contundentes: trabajar con aislantes en asbestos era fatal. Los trabajadores con aislantes presentaban un exceso del 25%, con una fuerte tasa de mortalidad más allá de la normal no sólo de asbestosis sino de cáncer de pulmón, mesotelioma y cáncer colo-rectal y de estómago.
Para la década de 1960, la evidencia que vinculaba al asbesto crisotilo con el mesotelioma estaba suficientemente demostrada con las investigaciones de J.C. Wagner en Sudáfrica (1960), por el estudio de Selikoff (1964) como ya se dijo, y las muertes por mesotelioma de individuos que vivían cerca de una fábrica en Londres que manipulaba asbesto crisotilo, por parte de la médico inglesa Molly Newhouse (1965). En otras palabras, el riesgo no estaba simplemente confinado a individuos que trabajaran en fábricas de asbesto.
La Asociación de Industrias Mineras de Quebec (QAMA) era una organización totalmente controlada y financiada por la industria del asbesto y su propósito apuntaba a ser “una institución independiente de cualquier otra organización universitaria o gubernamental, de esta manera, sus políticas podían ser determinadas por las necesidades de la industria”.[1]
Reportes internos de QAMA del año 65 dicen que para esa fecha, este organismo “buscaba una alianza con alguna universidad, como McGill (Montreal), y así obtener respaldo académico con autoridad”.
Financiado por el gigante del asbesto estadounidense Johns-Manville, los mismos que controlaban una de las grandes minas de asbesto canadiense, crearon una organización de fachada, para buscar estrategias en el mundo de la medicina que le sirvieran de apoyo y defender sus intereses, que se veían seriamente amenazados por la evidencia científica. De esta manera apareció el Instituto de Salud Ocupacional y Ambiental (IOEH, por sus siglas en inglés), con sede en Montreal.
El eje para la defensa del crisotilo fue el Dr. J. Corbett McDonald; un médico experto en salud ocupacional de origen inglés, que laboraba en el departamento de Epidemiología de la Universidad de McGill.
El profesor McDonald recibió del departamento de epidemiología de la Universidad de McGill un millón de dólares, en transferencia hecha por el Instituto de Salud Ocupacional y Ambiental, que a su vez había recibido dos millones de dólares de la industria del asbesto, para llevar a cabo el más grande estudio con los mineros de asbesto en Canadá. Este informe tendría amplias repercusiones, introduciendo un sesgo de “incertidumbre científica” en esta discusión que fue hábilmente manipulado por la industria, los mismos que habían financiado el estudio.
Una extensa cohorte de hombres nacidos entre 1891 y 1920 (más de 11.000), y que habían trabajado por al menos un mes en la industria del crisotilo en Quebec, dice el informe, fueron estudiados desde 1966. El estudio concluía que el riesgo alto al cáncer de pulmón en esta industria, excepto cuando se presentaban niveles extremadamente altos de exposición, era muy bajo. Por lo tanto, el crisotilo no era peligroso, sosteniendo que la contaminación del crisotilo con la tremolita o la crocidolita eran la fuente de los problemas de salud ocupacional; afirmando en esencia, que el crisotilo “era inocuo” y que incluso, el crisotilo ofrecía protección al cáncer; por lo tanto los trabajadores podían ser expuestos a altos niveles de fibras de asbesto (45 f/cc) sin efectos letales para su salud. Para ese momento en el Reino Unido el límite era de 2 f/cc y hoy en día es de 0.1 f/cc.
Los datos con los que McDonald concluyó sus observaciones nunca han estado disponibles al público, ni ningún científico independiente los ha avalado. Cada cuerpo científico con algún nivel de respetabilidad los ha rechazado.
Un importante artículo escrito por el médico y profesor de la escuela de medicina Alpert de la Universidad de Brown en el estado de Masachussets, el Dr. David Egilman, quien ha seguido con interés las relaciones de la universidad de McGill con las investigaciones sobre asbesto, después de un análisis riguroso a las evidencias que soportaron las investigaciones de McDonald, concluye que estos “estudios fueron promovidos para estimular el mercado y las ventas de la industria del asbesto, y han tenido un efecto sustancial en alegatos judiciales cuando de salud ocupacional se trata. Hasta el año de 2012, la industria del asbesto, con el apoyo del gobierno canadiense promovió el uso del asbesto en los países en vías de desarrollo”.
La opinión de organismos como el QAMA, apoyados en este tipo de informes que contaban con el respaldo del gobierno canadiense, fueron replicados posteriormente por el Instituto canadiense del crisotilo, y hoy en día, son usados como arma científica por la asociación internacional del crisotilo.
La respuesta de los organismos científicos ha sido de rechazo por parte de:
La Asociación médica canadiense, la Asociación de salud pública del Canadá, el Instituto de Salud Pública nacional del gobierno de Quebec, ninguna organización de salud ni órgano científico alguno, respalda la posición de la industria del asbesto y su “uso seguro”.
Desde 1933, Edward Merewether, inspector ocupacional en el Reino Unido, había reconocido que el asbesto debía ser prohibido porque causaba enfermedades, aun bajo exposiciones leves. A pesar de ello, adecuadas restricciones para su uso solo fueron implementadas hasta bien entrados los años 90. Es importante resaltar aquí, que la implementación de medidas restrictivas no se hace para legitimar su uso, sino para proteger a los trabajadores de ambientes laborales donde no se garantizan las mínimas condiciones de seguridad.
Los primeros intentos para determinar los techos de las exposiciones para contaminantes tóxicos en el aire del sitio de trabajo estaban centrados en los gases irritantes: dióxido de sulfuro, halógenos, amoníacos y vapores ácidos. (BC, p 216)
Desde hace mucho tiempo se sabe que los efectos tóxicos dependen de la dosis y mediante un continuo decrecimiento de la dosis, se podrá alcanzar un punto en donde no habrá efecto tóxico detectable (Dietrich Henschler, 1984, pag 81).
Otro factor importante a tener en cuenta es el tiempo de exposición.
Pero qué sucede cuando el factor inductor de la enfermedad, como es el caso del asbesto crisotilo, produce daños en la estructura genética de las células, causando cáncer, incluso si se permanece dentro del rango de las concentraciones que determinan los valores límites de riesgo? (Dietrich Henschler, 1984, pag 84).
De acuerdo con Castleman, sólo después de 1970 la medicina industrial en EE.UU. empezó a contar con fondos federales adecuados para hacer investigación y de esta manera, presionar para introducir regulaciones en este campo. Debido a la reticencia de los médicos para abordar los problemas relacionados con las enfermedades ocupacionales, fueron los ingenieros en higiene industrial y los toxicólogos quienes entre 1945 y 1970 llevaron esta vocería.
Después de la II guerra mundial, la Conferencia Americana de Ingenieros Higienistas Industriales (ACGIH, creada en 1938), empezó a publicar un listado anual de Valores Límites de Riesgo (TLVs) para vapores tóxicos y polvo en el aire del lugar de trabajo.
Estos valores se definían con el apoyo de la industria e inicialmente no se publicaban las bases documentales que soportaban los TLVs. Este tipo de comunicaciones eran confidenciales. La factibilidad técnica (léase consideraciones económicas) era un asunto importante al definir estos límites, antes que ser unas directrices basadas en la protección de la salud de los trabajadores.
La adopción Estatal de estas normativas no era obligatoria, no se les hacía vigilancia ni su violación implicaba ninguna sanción a las empresas. Castleman dice no conocer de empresa alguna que fuera multada o cerrada por exceder los TLVs antes de 1970. Como mecanismo legal, los TLVs eran como los límites de velocidad sin multa alguna. La ACGIH era una organización de voluntarios y no un cuerpo oficial del gobierno que pudiera ejercer presión. Inicialmente no había médicos que hicieran parte del comité de la ACGIH que definía los TLVs. Pruebas con dosis letales de dos semanas eran (y lo siguen siendo, dice Castleman) invocadas para asignar los límites en exposiciones continuas a trabajadores para algunas sustancias, por los toxicólogos del comité.
Para los casos de sustancias en donde poco se había publicado, las comunicaciones privadas con agentes económicamente interesados, eran el único sustento para su definición. Sin embargo, los límites de la ACGIH eran silenciosamente aceptadas y nadie en la prensa las criticaba.
Es obvio – dice Castleman – que este comité nunca contó con un presupuesto adecuado para adelantar su labor con un buen criterio científico. El presupuesto de este comité anual en años recientes ha sido inferior a US$30.000.oo.
Las sustancias que causan daño irreversible, acumulativo y crónico a los órganos humanos de los trabajadores, difícilmente se les puede asignar límites seguros, mucho más si esos límites se definen a partir de exposiciones inadecuadas de corto plazo en humanos o animales.
Una revisión realizada por científicos de la Alemania occidental para esa época, de 150 químicos enlistados por la ACGIH en sus tablas de valores límites, se demostró que menos del 10% de eso limites cumplían con las “pruebas suficientes con animales o con pruebas de campo”. Los TLVs para la mayoría de estas sustancias se han mantenido constantes por más de 20 años, y en la mayoría de los casos han permanecido así, porque nadie las ha reevaluado, de acuerdo con un experto alemán.
Empleados corporativos de Dow Chemical, DuPont, Bayer y otras firmas, se les asignaban responsabilidades especiales para proveer de información al comité de los TLVs de la ACGIH.
Las normas de la ACGIH fueron introducidas en Colombia a partir de la resolución 2400 de 1979, en donde el país adoptó las recomendaciones de esta institución, y siguen siendo las normas de referencia utilizadas para regular este peligroso mineral en Colombia.
En Colombia la industria del asbesto creo una organización para adelantar las mediciones y ofrecer un marco de legitimidad a sus operaciones, siguiendo la normatividad de la ACGIH.
Esta fundación se llama FAS. Fundación para la protección del ambiente y la salud.
Los siguientes son los comentarios de un trabajador de una reconocida empresa de Maizales, que utilizó asbesto en sus procesos industriales, hasta el año 2002.
Exposición al asbesto en los ambientes de trabajo.
1-La empresa venía realizando evaluaciones ambientales de material particulado de polvo de asbestos, desde 1967 solo como polvo total debiéndose realizar la medición ambiental para polvo respirable.
2- los resultados de las mediciones de polvo total desde 1967 hasta 1988 eran realizados sin ajustarse a ningún esquema o método de aseguramiento de calidad, es decir por un laboratorio reconocido, ya que eran tomadas las muestras por un empleado de la empresa; los resultados superaban el valor límite de riesgo (TLV).
3- Desde 1988 la empresa contrata estas mediciones con el laboratorio de la FUNDACIÓN PARA PROTECCION DEL AMBIENTE Y LA SALUD “FAS” de Bogotá. Los resultados arrojados estaban siempre por debajo del TLV, establecido por norma interna del grupo ETEX y aplicando lo que ellos llamaban: MANUAL DEL USO SEGURO DEL ASBESTO O su siglas M.U.S.A…
4-en estas mediciones DESCONOCIERON Y NO APLICARON lo establecido por la Resolución 02400 del 22 de Mayo de 1979, título III, capitulo 8, articulo 154 donde se adoptó la tabla de la ACGIH, para la exposición a los ASBESTOS.
5- A los resultados obtenidos (1967 a 2004) no se les efectúan los respectivos ajustes de TLV para turnos especiales, es decir, el factor de corrección para turnos de 8 horas ,9.6 horas o 12 horas al día para ajustar 48 horas semanales, o 60 horas, cuando por necesidades de producción eran impuestas las horas extras, como fue mi caso. No eran analizados, ni corregidos tomando como ejemplo los modelos propuestos por Brief & Scala, OSHA, entre otros.
6- el valor límite permisible para el asbesto, en cuanto a polvo total desde 1967 hasta la fecha, ha sido muy variable, Y MAS teniendo en cuenta que se utilizaba una mezcla de asbestos AMOSITA Y CRISOTILO solo se ha medido polvo total .y no como polvo respirable.
7) el valor propuesto por la ACGIH para la exposición a fibras de asbesto no fue seguido rigurosamente como una medida de protección preventiva.
Cuando el valor bajaba como recomendación, la empresa no modifico el umbral del grupo propietario. Lo cual se ve ahora manifestado en la aparición de las E.R.A. y su reconocimiento.
“Dame un laboratorio y te moveré el mundo” dice el sociólogo de la ciencia Bruno Latour, que nos acerca a entender la dimensión política de la ciencia.
Es interesante analizar a las industrias y observar las técnicas complejas que desarrollan para distorsionar la literatura científica, y de esta manera, manufacturar un falso conocimiento que evita o demora las restricciones que los Estados y sus entes de control, deben implementar para garantizar la salud pública y ocupacional de sus conciudadanos.
Al ser un debate eminentemente científico, pero que tiene enormes repercusiones económicas para el componente empresarial, el papel que ha jugado la industria para controvertir precisamente la evidencia científica, es un aspecto muy importante para entender esta problemática.
Bajo el convenio 162 de la OIT expedido en 1986, donde se introducía una legislación cuyo espíritu buscaba regular el uso del asbesto a nivel industrial, para reducir la carga de exposición de los trabajadores, y que fue ratificado en Colombia solo doce años después, mediante la ley 436 del 11 de febrero de 1998, y sólo hasta el año de 2001, se creó la Comisión Nacional de Salud Ocupacional del Sector Asbesto. Mediante resolución número 1458 de 2008 se modificó la Comisión Nacional de Salud Ocupacional del Sector Asbesto por la “Comisión Nacional de Salud Ocupacional del Asbesto Crisotilo y otras Fibras”.
De un acta de reuniones de la comisión del año 2004, se lee lo siguiente: El Dr. Villegas (representante de Ascolfibras, el lobby de la industria del asbesto en Colombia para la fecha), informa que en la convención de Rotterdam no se incluyó el crisotilo dentro de la CFP (Consentimiento fundamentado previo para sustancias químicas), esta decisión se tomó en base (sic) a estudios técnicos donde se comprobó que el crisotilo es inocuo y que tiene 15 días de biopersistencia, esto es el organismo lo fagocita a través de digestión pulmonar. Una importante noticia para las empresas del sector.
Curiosamente en el acta no queda consignada ninguna voz de protesta o rechazo a este tipo de expresiones en una comisión que pretende regular el uso del asbesto en Colombia. Valdría la pena renombrarla como la “Comisión de legitimación del asbesto crisotilo y otras fibras”.
El objetivo del Convenio de Rotterdam (Organismo auspiciado por la ONU), es el de promover la responsabilidad compartida y los esfuerzos conjuntos de las Partes en la esfera del comercio internacional de ciertos productos químicos peligrosos a fin de proteger la salud humana y el medio ambiente, frente a posibles daños.
La convención ha buscado incluir al asbesto crisotilo en el anexo III, pero ha sido imposible. Colombia ha votado negativo cada vez que esta proposición se presenta a votación entre las partes. El Anexo III incluye plaguicidas y productos químicos industriales que han sido prohibidos o severamente restringidos por razones sanitarias o ambientales, por dos o más Partes.
Un documento escrito por el toxicólogo David Berstein titulado “Health risk of chrysotile revisited” que en español se puede entender como “Revisión a los riesgos para la salud del crisotilo” fue utilizado por el Instituto Internacional del Crisotilo para el lobby que ha impedido que el asbesto crisotilo sea incluido en el anexo III. La tesis principal del señor Bernstein es que el crisotilo, que es atacado rápidamente por el ambiente ácido de los macrófagos, se desmorona en el pulmón en fibras cortas y partículas, mientras que el asbesto anfíbolo persiste, creando una respuesta a la estructura fibrosa de este mineral. Los estudios de toxicidad por inhalación de crisotilo en condiciones de sobrecarga no pulmonares demuestran que las fibras largas mayores a 20 micrones (>20 µm) se eliminan rápidamente del pulmón, no se trasladan a la cavidad pleural y no inician la respuesta fibrogénica. La baja biopersistencia del crisotilo lo hace un mineral casi que inocuo en exposiciones bajas permanentes o en exposiciones altas de corto tiempo.
El señor David Bernstein señala al final de dicho artículo, en la declaración de intereses, que este ha sido financiado por la Asociación Internacional del Crisotilo con sede en Washington D.C., en cooperación con la Asociación Canadiense del crisotilo, con sede en Montreal, Canadá.
La biopersistencia del crisotilo, un trabajo en el que, como se indica en un artículo del fallecido investigador francés Henri Pezerat (2008), se pasa por alto la circunstancia, nada casual, de que los resultados sólo pueden explicarse por un agresivo tratamiento previo de las fibras de crisotilo, induciendo muchos defectos en la estructura cristalina, potenciando la fragilidad de las fibras, y determinando su rápida hidratación, así como las rotura de las largas fibras que, en las condiciones reales, permanecen sin fragmentar en los pulmones. Véase: Langer et al. (1978), Spurny et al. (1980 -2 ref.-), Turci et al. (2007) & (2008), Asuncao & Corn (1975).
Igualmente, en un artículo colectivo de “Mining Watch Canadá”, se argumenta por parte del Dr. David Egilman de la Universidad de Brown, que la llamada “limpieza” de fibras de crisotilo en los pulmones, es irrelevante, ya que la mayoría de las fibras no son expulsadas del cuerpo, sino que se disgregan en otras más delgadas, que no desaparecen, sino que se vuelven demasiado pequeñas para poder ser detectadas. Algunas de ellas migran a la pleura, donde se acumulan y quedan en disposición de generar el cáncer.
En declaraciones tomadas del juicio adelantado ante el Distrito Judicial No. 40 del condado de Ellys, en Texas, en el año de 2007, donde el señor Bernstein compareció como testigo de la empresa Georgia Pacific que enfrentaba un juicio de indemnización por un ciudadano enfermo de mesotelioma, el abogado de éste último, el Dr. Nemeroff le preguntó:
En todos estos años, y no hablamos de meses, hablo de años desde que usted publicó sus trabajos, nadie, ninguna organización científica, ningún cuerpo científico, ningún gobierno, ninguna agencia ni nadie ha aceptado su punto de vista sobre el crisotilo, como usted lo ha explicado ante este jurado, ¿no es esto correcto?
A lo cual el señor Bernstein respondió: es correcto.
En una acción popular que se adelanta en el juzgado 39 administrativo de Bogotá, el accionante elevó un derecho de petición ante al Instituto Nacional de Cancerología, solicitando la siguiente información:
Doctor
CARLOS VICENTE RADA
Director Instituto Nacional de Cancerología
Con todo respeto acudo a su despacho con la finalidad de ejercer el derecho de petición de que trata el artículo 23 de la Constitución Política de Colombia y solicitar y obtener acceso a la siguiente información:
La respuesta fue que “con relación al primer punto no es posible entregar información ya que los pacientes que son examinados por Cáncer de pulmón, no se les hace seguimiento en la consulta si el origen de ese cáncer se relaciona con el asbesto, pues no se pregunta cuál es su actividad personal o profesional; la atención se centra en el estudio médico de cada caso particular y su tratamiento con el fin de brindar calidad de vida y lograr la recuperación de los pacientes”.
Al punto 2 y 3 el Instituto se acoge a la norma que dice que estos documentos son reservados, perteneciendo exclusivamente al paciente.
Al punto 4 debo informarle que no poseemos estudios, informes, investigaciones, reportes u otros documentos elaborados o conocidos por nuestra institución que tengan relación directa o indirecta con el asbesto.
A su última inquietud no es posible suministrar la información, pues a la fecha se está realizando la investigación y todavía no se tienen resultados.
Estos ejemplos permiten entender la dificultad de adelantar debates desde el campo de la ciencia, cuando la misma ciencia aparece mediada por intereses que superan las preocupaciones intrínsecas del investigador, o cuando este último vende ciencia por dinero.
El debate en Colombia sobre el asbesto muestra unos niveles de atraso de 50 años, respecto de los mismos debates que se adelantaron en Europa o Norte América.
Hoy en día el Reino Unido y toda la comunidad económica europea ha prohibido el asbesto, EE.UU., a pesar de que no lo ha prohibido, prácticamente no lo utiliza, y le ha significado a la industria miles de millones de dólares en compensaciones a las víctimas de enfermedades relacionadas con el asbesto. Canadá se retiró del negocio.
La pregunta urgente en Colombia es ¿hasta cuándo el “uso seguro” del asbesto seguirá siendo la entelequia que guía las prácticas en materia de salud pública y ocupacional?
[1] Minutes, General Meeting, Asbestos Textile Institute, June 4, 1965, Hotel Le Provence, Thetford Mines, Canada.