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USA: An asbestos free future is possible!!

Esta obra titulada “USA: An asbestos free future is possible” hace parte de un proyecto liderado por el artista Guillermo Villamizar, quien busca visualizar las historias del asbesto en diferentes países del mundo en donde la huella de este peligroso mineral ha dejado un enorme impacto en términos de salud ocupacional, ambiental y pública.

Estados Unidos fue uno de los grandes consumidores de asbesto desde comienzos de siglo XX. Durante las décadas de 1950 – 1960 y 1970 el consumo promedio rondaba las 650.000 toneladas de asbesto, casi todo importado desde Canadá por el gigante del asbesto Johns Manville.

Esta obra es un collage digital ensamblado a partir de imágenes 2D con el apoyo de software 3D que permite recrear un espacio mitad real, mitad imaginario en donde todos los objetos o casi todos- contienen asbesto para ligar una historia visual que da cuenta del asbesto en EE.UU.

La figura de fondo de un hombre sentado sobre un sofá tapizado con tela importada de India en fibras del letal material, mientras lee el New York Times con titular de ASBESTOS: The worst occupational health disater in America es Ernest Stephan Schmidheiny, el magnate de Eternit Suiza que fue condenado en Italia a más de 16 años de prisión por la muerte de más de 3000 trabajadores en Casale Monferrato, cerca de Turín (Italia), abre el rompezabezas de imágenes que invitan al lector a descifrarlas.

El televisor encendido muestra la imagen del doctor Irving J. Selikoff, el hombre de ciencia que gracias a sus investigaciones con trabajadores de la industria en New Jersey destapó la olla podrida del asbesto en Estados Unidos. Gracias a Selikoff las regulaciones contra este potente carcinogénico empezaron a tener vigencia en el mundo entero.  

La epidemiología es una tarea ingrata que involucra el análisis de cientos de individuos y sus variables, presentando en algunos casos, apenas resultados ambiguos. Las conclusiones iniciales de la base de datos de Selikoff involucraron un pequeño universo relativo de hombres analizados (632), pero estas eran poderosamente claras. Trabajar con asbesto para aislantes era una condición letal. Este primer estudio fue publicado en 1964 y cubrió trabajadores que se habían integrado al sindicato desde 1943. Cuando estos hombre fueron rastreados hasta 1962, se demostró que este tipo de trabajo provocaba una tasa de muerte superior al 25%, con una mortalidad superior a la normal no solo por asbestosis, sino por cáncer de pulmón, mesotelioma y cáncer de estómago (mesotelioma peritoneal) y colo-rectal. Esto por supuesto resultó alarmante.

Al lanzar esta investigación independiente, logró desenmascarar, sin proponérselo, a la industria del asbesto en los EE. UU., quienes por décadas habían mostrado el mínimo interés en estudiar a sus trabajadores, incluso en las grandes fábricas.  

Eso no fue el final, porque la identificación de Selikoff de trabajadores del asbesto en cohortes se convirtió en una herramienta para futuras exploraciones. En 1968, Selikoff y su equipo produjeron otro estudio clásico dentro de la epidemiología y fue establecer los peligros de la sinergia entre tabaco y asbestos, demostrando que los trabajadores del asbesto que fumaban tenían 90 veces mayor posibilidad de desarrollar cáncer relacionado con el asbesto, que aquellos individuos que no fumaban y que no estaban expuestos al asbesto.

Una década más tarde, con la ayuda de Herbert Seidman (otro epidemiólogo de la sociedad americana del cáncer) fueron capaces de proveer más información sobre la relación tabaco/asbesto y el cáncer 30 años más tarde, y extender las cohortes a 17.800 trabajadores del sindicato de aislantes. Ha sido el más grande estudio en el mundo entero sobre trabajadores de asbesto que Selikoff continuó hasta su muerte. Un aspecto que fue importante en las investigaciones de Selikoff fue el descubrimiento de las enormes incidencias del temido cáncer del asbesto: el mesotelioma. 

Apropiándome de una imagen del gran artista del arte Pop, Roy Lichtenstein, transformo la pegunta en un Why me? ¿Por qué mesotelioma? ¿Por qué yo? La pregunta inevitable que se hacen a diario la victimas de este cáncer doloroso y letal alrededor de mundo.

En su oportuno momento para él, Stephan Schmidheiny decidió «tomar su dinero y huir» del inminente desastre industrial de Eternit, y reinvertirlo en bosques sudamericanos, empresas de materiales de construcción y compañías electrónicas; en proyectos de libros y apoyo a la microempresa», universidades y empresas «filantrópicas» en todo el mundo, dejando a los trabajadores enfermos y moribundos en sus propias fábricas. Se lanzó al escenario mundial, metamorfoseándose mágicamente a sí mismo en un pensador y benefactor ambiental, y había santificado ese papel gracias a instituciones de «educación superior” como la Universidad de Yale, que desestimó con buen gusto el origen letal de su fortuna multimillonaria, al otorgarle un “Doctorado honoris causa en Humanidades” en 1996. En una entrevista para la revista Forbes dijo: “América es un continente joven y dinámico, contrario a Europa, que se está volviendo vieja y proteccionista”.

En la parte superior derecha aparece la bandera de EE.UU., con un texto que da cuenta de lo sucedido en 1993, cuando se intentó la prohibición del asbesto en ese país y la norma para su eliminación terminó anulada por un tribunal de apelación y como resultado, más de 300.000 toneladas de asbesto importado han condenado a miles de personas al cáncer, enfermedades respiratorias y muertes evitables. Actualmente se busca la prohibición del asbesto en el congreso de EE.UU.

La mujer que aparece sentada sobre una enorme roca de asbesto crisotilo con su cabello al cuidado de un secador que contiene asbesto en sus resistencias, está inspirada en Victoria Murdock, una figura con una historia interesante.

Asbestos Lady, fue el personaje ficticio de un cómic creado originalmente por Marvel Comics en la década de 1940, pero se volvió más prominente cuando se reintrodujo como Victoria Murdock en la década de 1960. Asbestos Lady, una científica voluptuosa y talentosa, llevó una vida delictiva, armada con las poderosas propiedades del asbesto.

En la historia, Asbestos Lady usa asbesto para desarrollar su disfraz verde ignífugo que comprende una minifalda/vestido verde, botas moradas hasta la rodilla y una capa morada. Sus secuaces también estaban equipados con trajes forrados de asbesto y juntos se dedicaban a sus actividades criminales.

Finalmente, Asbestos Lady es derrotada por sus rivales y enviada a prisión, pero este no es el final de su historia.

Después de que finalmente se descubrieran públicamente los peligros que representa el asbesto para la salud humana, Marvel, después de haber defendido las propiedades del asbesto, se enfrentó a un dilema. Finalmente, lo incorporaron a la historia, reconociendo esencialmente la verdad de la sustancia peligrosa y fusionando la realidad con la ficción. Según la historia oficial, Victoria Murdock, después de toda una vida expuesta al asbesto, desarrolló cáncer en 1990 y posteriormente murió de mesotelioma, a los 45 años.

No se sabe mucho sobre los orígenes de la creación del personaje de Asbestos Lady, aunque el higienista industrial Anthony Rich plantea una versión interesante en su sitio web, Asbestorama.

Muchos años antes de que se introdujera Asbestos Lady en la serie Marvel, el fabricante de asbesto Turner & Newall Limited lanzó un anuncio en el que aparecía un personaje parecido a una diosa griega sosteniendo un escudo con la palabra «Asbestos». Se cree que Marvel pudo haber tomado este concepto y esencialmente hizo que esta ‘Dama del Asbesto’ pasara de buena a mala.

Siguiendo la trama visual, hacia la izquierda encontramos una figura principal: un bombero trajeado con elementos de protección personal fabricados en adivinen qué? Bingo!!   

Ala izquierda de este hombre y en la parte de atrás sobre la pared, aparece una fotografía de Bill Ravanesi.

En el otoño de 1980, le informaron a Bill que su padre tenía mesotelioma maligno. En esa época, ni su padre ni él habían oído alguna vez de esta enfermedad. Pronto sabría que a su padre le quedaban tan solo unos meses de vida, y que este cáncer fatal había sido provocado por su exposición en el pasado al asbesto, como trabajador de un astillero en Boston durante la segunda guerra mundial.

Unos años más tarde, Ravanesi se encontró con el libro «Americanos desechables» (Expendable Americans), escrito por Paul Brodeur. Este libro le reveló la historia de cómo miles y miles de hombres y mujeres estadounidenses, morían cada año de una enfermedad que se podía prevenir, causada por la exposición al asbesto. Su propia historia a partir del encuentro trágico con el asbesto, junto con las informaciones que le proveyó el libro de Brodeur, le llevaron a que el asbesto se convirtiera en el sujeto de su siguiente proyecto. Breath taken: the landscape and biography of asbestos, el cual arrancó a investigar en enero de 1984, llevándolo por bibliotecas y librerías, y luego entonces por cientos de víctimas y sus familiares. Igualmente visitó los principales sitios de la industria en Canadá y EE.UU., muchos de los astilleros que aún quedaban y empezó a hablar con profesionales de la ciencia, de la medicina y del derecho. Hizo todo esto en un esfuerzo por utilizar su arte fotográfico para documentar este desastre humano que es posible de ser prevenido, y de pronto, hacer las paces con la furia de su indignación.

La fotografía corresponde a Joseph Darabant quien trabajó en el edificio «E» en la planta de Johns Manville en Nueva Jersey, durante más de 30 años, cortando tejas de asbesto y haciendo bloques de asbesto y materiales para cubrir tuberías. Recuerda que el polvo era tan espeso que la mayor parte del tiempo no podía ver de un extremo al otro del edificio. Cuando se retiró de Johns-Manville, en 1974, a la edad de 50 años, el Centro Médico JM atribuyó su mala salud a la bronquitis crónica y a un corazón débil. Posteriormente se le diagnosticó que tenía asbestosis. Tal es la naturaleza insidiosa y progresiva de esta enfermedad que quince años después, debía inhalar oxígeno mediante tanques las veinticuatro horas del día. Más de una docena de sus amigos y conocidos en la planta habían muerto por enfermedad del asbesto. «Si JM solo nos hubiera dicho que había algo peligroso, todos estaríamos aquí hoy», dijo en su momento. «Ojalá tuviera algunos amigos. Ahora, todos mis amigos están en el cementerio».

Las historias alrededor de los objetos presentes en esta obra digital son interminales, como las fotografías en el piso de James Natchwey durante la tragedia de las torres gemelas que liberaron toneladas de asbesto al medio ambiente de la ciudad de Nueva York, el recipiente en asbesto para calentar teteros en el carro, los juguetes contaminados, la cajetilla de cigarrilos Kent con filtros en asbesto, los pisos, techos y ductos o la escultura que emplea un disco para frenos de automóviles.  

La industria del asbesto enfrentó tres grandes crisis a lo largo del siglo XX: la crisis de 1930 cuando se diagnostica la asbestosis en 1924. La segunda cuando aparece el cáncer de pulmón asociado al asbesto en 1940 y la tercera y más profunda crisis, empezó con los descubrimientos del Dr. J. C. Wagner y el vínculo que él estableció entre el asbesto y el mesotelioma en 1959.

Una de las lecciones importantes que la industria aprendió durante la primera crisis fue como usar las asociaciones profesionales. Aprendieron como controlar la información y como suprimir la evidencia de la enfermedad; aprendieron como reconfigurar un problema sobre condiciones laborales en un desafío científico que pudiera ser mediado por expertos pagados por la industria. La industria aprendió como transformar la duda sistemática o duda metódica que es característica de la buena ciencia en un arma política. Aprendieron como corromper a los médicos y como usar las asociaciones profesionales para disipar los temores públicos. Y aprendieron a arrinconar – legal y laboralmente – a aquellos trabajadores que empezaban a saber más de la cuenta. Todas estas lecciones probaron serles de valiosa ayuda en la crisis persistente del mesotelioma.

Un mundo libre de asbesto es posible!!

Guillermo Villamizar

Bogotá – 2024